lunes, 23 de julio de 2012

Roberto Bolaño, La pista de hielo


Roberto Bolaño, La pista de hielo
Edición ANAGRAMA - Narrativas hispánicas


Novela leída entre finales de mayo e inicios de junio de 2012


EL AUTOR

Roberto Bolaño (1953-2003), nacido en Chile, narrador y poeta, se ha impuesto como uno de los escritores latinoamericanos imprescindibles de nuestro tiempo. En Anagrama, se ha publicado sus libros de cuentos Llamadas telefónicas, Putas asesinas y El gaucho insufrible, y las novelas La pista de hielo, Estrella distante, Amuleto, Una novelita lumpen, Monsieur Pain, Nocturno de Chile, Amberes y Los detectives salvajes (Premio Herralde de Novela y Premio Rómulo Gallegos, ambos por unanimidad): “La gran novela mexicana de su generación, expresión del desarraigo literario visceral de los latinoamericanos” (J.A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia); “Un carpetazo histórico y genial a Rayuela de Cortázar. Una grieta que abre brechas por las que habrán de circular nuevas corrientes literarias del próximo milenio” (Enrique Vila-Matas); “Una especie de ebriedad narrativa que nos deja abrumados, sonriendo de obnubilación o de admiración” (Fabrice Gabriel, Les Inrockuptibles). Su novela póstuma, 2666, está considerada unánimemente su obra mayor: “Una gran novela de novelas, sin duda la mejor de su producción” (Ana María Moix, El País); “Una novela abierta como Los detectives salvajes, inacabable, más que inacabable… Magistral” (Ignacio Echevarría); “El resultado es magnífico. Lo que aquí se persigue y se alcanza es la novela total, que ubica al autor de 2666 en el mismo equipo de Cervantes, Sterne, Melville, Proust, Musil y Pynchon” (Rodrigo Fresán, Qué Leer). También póstumamente se han publicado Entre paréntesis, El secreto del mal y La Universidad Desconocida.



RESUMEN

Tres versiones de un crimen van trazándose en esta novela que transcurre en un anónimo pueblo de la costa española: la de un chileno con pretensiones de escritor que ha ejercido toda clase de oficios eventuales hasta salir adelante; la de un mexicano, también poeta y desarraigado, que sobrevive como vigilante nocturno en un camping, y la de un emprendedor catalán metido a político, capaz de todo por llamar la atención de una bella y caprichosa patinadora.
Los peores presentimientos de cada protagonista giran en torno a una pista de hielo construida ilegalmente dentro de una casona abandonada, el antiguo Palacio Benvingut; todos intuyen que el destino es un puñal que pende sobre sus cabezas.
La pista de hielo contiene las claves del universo literario de Roberto Bolaño, las voces entrelazadas que anuncian polifonías posteriores, la clave policíaca, los amores rotos, las ilusiones perdidas. Aquí están también su capacidad de observar la realidad e interpretarla de forma singular, su pulso narrativo o su humor feroz para atrapar al lector desde la primera página, cualidades que lo han convertido en un escritor de referencia indispensable en la actualidad.

ALGUNOS APUNTES

Pág. 37:… sobre la mierda
… y conversaban de sus cosas. Básicamente de lo guarros que son los seres humanos. La mierda, maleable, casi un lenguaje que intentaban vanamente desenmarañar, se hallaba presente en todas sus sobremesas nocturnas. Por ellas supe que la gente se cagaba en las duchas, en el suelo, a ambos lados de la taza del retrete y en el bordillo de ésta, operación de equilibrio preciso, no exenta de cierto virtuosismo sencillo y profundo. Con mierda escribían en las puertas y con mierda ensuciaban los lavamanos. Mierda primero cagada y luego acarreada hacia lugares simbólicos y vistosos: el incendio, la bomba de incendio, los grifos; mierda amasada y luego pegoteada formando figuras de animales (jirafas, elefantes, el ratón Mickey), lemas futbolísticos, órganos del cuerpo (ojos, corazones, penes). El colmo de la indignación, para las hermanas, era que en el lavabo de mujeres ocurría lo mismo, si bien con menor incidencia y con algunos detalles significativos que hacían recaer sobre una persona en particular la autoría de tales excesos. Una “guarra malvada” que estaban dispuestas a cazar. Para tal fin las hermanas montaron, junto con la senegalesa, una discreta vigilancia basada en el tenaz y aburrido método del descarte. Es decir, se fijaban atentamente en quienes hacían uso de los lavabos e inmediatamente después ellas entraban a verificar el estado en que los habían dejado. Así descubrieron que las tropelías fecales ocurrían a una cierta hora de la noche y la principal sospechosa resultó ser una de las dos mujeres que yo solía ver en la terraza del bar……

Pág. 47-48: antipatía de Rosquelles
Para un tipo de la calaña de Rosquelles, una observación tal vez algo maliciosa, tal vez un poco malintencionada, podía alimentar indefinidamente el rencor. En cualquier caso, su antipatía no se salió nunca de los límites burocráticos convencionales. Al menos hasta el verano pasado. Entonces, incomprensiblemente, pareció enloquecer. Su comportamiento se hizo más extravagante de lo habitual y sus subordinados, según me contó Lola, sólo deseaban que llegaran las vacaciones. Su xenofobia antisudamericana tenía un destinatario preciso. Durante muchos días y muchas noches sentí su atareada sombra a mi alrededor, un frufrú maligno de cerdo alado, como si esa vez la trampa tuviera visos de ser efectiva.

Pág. 105: sobre los catalanes
Por ella he caído en este pueblo sin piedad, explicaba a quien quisiera escucharlo, siguiendo a esa veleta llegué una noche de perros, jefe, y ella muchas noches ni siquiera se queda conmigo. A lo que Carmen respondía que su independencia era la cosa más preciada y que el Recluta debía aprender de los catalanes la tolerancia, el civilizado ejercicio de verlas venir con calma. ¿Tú sabes que hay cosas que no se pueden saber, Recluta?

Pág. 171-172: mientras hacen el amor…
El amor lo hacía en silencio, pero a medida que se acercaba el clímax se ponía a hablar. El problema no era que Nuria hablara durante el acto sexual, sino que siempre se refiriera a lo mismo: el asesinato y el patinaje. Como si se ahogara. Quizá lo peor no fue que ella hablara de lo mismo, sino que yo empecé a contagiarme y al cabo de no mucho, en los instantes previos al orgasmo, ambos nos desatábamos en una serie de confesiones y soliloquios macabros llenos de gemidos y de planicies heladas y de viejas multiplicadas en el hielo que sólo con nuestras venidas conseguíamos romper. ¿Qué sentí cuando vi a la vieja tirada sobre el charco de sangre? ¿Sabía que la hoja de un patín, de tres milímetros de anchura, podía ser considerada un arma blanca? ¿Qué impulsó a la vieja a meterse en la pista, huía de  su asesino, pensó que su asesino no podría seguirla hasta allí, quién de los dos resbaló primero? Otras veces la obsesión era Enric; si Enric la odiaría, si Enric pensaría en ella, si Enric pensaría en el suicidio, si Enric estaba loco, si Enric había matado a la vieja. Una tarde me pidió que la sodomizara. Cuando lo estaba haciendo, dijo que a Enric  seguramente ya le habrían dado por el culo en la cárcel. 

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