jueves, 29 de diciembre de 2011

Barbara Ehrenreich, Por cuatro duros

BARBARA EHRENREICH - Por cuatro duros - Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos

Traducción de Carmen Aguilar


El siglo XX trajo a Estados Unidos un desarrollo económico y tecnológico sin parangón en su historia; pero paralelamente han aparecido nuevas formas de marginación y exclusión desconocidas hasta ahora. Los millones de empleadas no cualificadas, condenadas a vivir en la pobreza por más horas que dediquen a trabajar, o por más trabajos en los que logren colocarse, son el ejemplo más lacerante de esta nueva lacra social.


Barbara Ehrenreich es periodista, ensayista y novelista. Licenciada en Biología, decidió renunciar a la investigación científica para implicarse en movimientos relacionados con los cambios sociales, y escribir fue el resultado de su participación en estos proyectos. A finales de los años sesenta empezó a colaborar en la revista Ms Magazine, donde redactaba una columna sobre salud femenina. Desde entonces no ha dejado de escribir. Sus artículos han aparecido en el Time, The New York Times Magazine, The Nation, Harper's Magazin y The Wall Street Journal. Es autora o coautora de una docena de libros entre los que destacan Brujas, comadronas y enfermeras: historia de las ganadoras; The Hearts of Men; o Ritos de sangre: orígenes e historia de las pasiones de la guerra. Diversos premios jalonan su dilatada carrera, entre los que cabe citar el National Magazine Award de 1980y el Sydney Hillman de Periodismo por el artículo que escribió para la revista Harper's y que más tarde se convirtió en uno de los capítulos de Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos.

 Propósito del libro:
La periodista Barbara Ehrenreich nunca olvidará la conversación intrascendente que la impulsó a hacer periodismo de investigación a la antigua usanza. Hablaba con su editor acerca de la reforma de la Seguridad Social en Estados Unidos, y de cómo ésta había condenado a la pobreza a millones de mujeres trabajadoras cuyos sueldos no alcanzaban para salir de la miseria.
Barbara abandonó su vida acomodada como escritora y ensayista y decidió vivir como una de tantas madres solteras o divorciadas que trabajan como empleadas no cualificadas. Para ello se impuso tres reglas: encontrar un trabajo que no hubiera realizado antes, esmerarse para conservarlo y buscar el alojamiento más barato posible. Y, por supuesto, no echar mano de su tarjeta de crédito cuando se viera en dificultades. Entre 1998 y 2000 sirvió mesas en un restaurante, fue empleada de hogar, cuidó a pacientes de Alzheimer y ordenó ropa en unos grandes almacenes. Y todo por cuatro duros que apenas le alcanzaban para llegar a fin de mes. Pero quizá lo más difícil fue darse cuenta del trato denigrante al que eran sometidas tanto ella como sus compañeras de trabajo: su tiempo era el tiempo de la empresa. Privadas de su dignidad, estas mujeres, verdadero puntal sobre el que se asienta la próspera economía estadounidense, no obtenían a cambio más que pobreza e indiferencia.
Algunos apuntes interesantes:

Pág. 12: trabajadoras blancas o de color
Dejé de lado, por ejemplo, sitios como Nueva York y Los Ángeles, donde la clase trabajadora está constituida sobre todo por gente de color y una mujer blanca que habla inglés sin acento extranjero en busca de trabajos "no cualificados" sólo puede parecer una desquiciada o una excéntrica.

(Camarera en Florida)

Pág. 19: detección de las drogas y contratación laboral
Al parecer, me luzco en la entrevista porque me dicen que lo único que debo hacer es acudir al día siguiente a la consulta del médico Fulano de Tal para hacerme un análisis de orina. Ésta es por lo visto una norma bastante corriente: si quieres apilar cajas de Cheerios o pasar la aspiradora por las habitaciones de un hotel en los químicamente fascistas Estados Unidos, tienes que estar dispuesta a acuclillarte y hacer pis frente a una auxiliar de enfermería (sin duda ha tenido que hacer lo mismo antes que tú).*
* Un 81% de las grandes compañías exige el análisis sobre consumo de drogas frente al 21% que lo exigía en 1987. El promedio más alto actual corresponde a las empresas establecidas en el sur. La droga más fácil de detectar (la marihuana, que sigue revelándose semanas después de haber sido consumida) es también la más inocua. En cambio, la cocaína y la heroína no se detectan en general tres días después del consumo. El alcohol, que el cuerpo elimina al cabo de pocas horas de haber sido ingerido, no se analiza.

(Empleada de hogar en Maine)

Pág. 81: calorías diarias recomendadas
Para las más jóvenes, el almuerzo consiste en una porción de pizza, una mini (masa cubierta con alguna salsa de pizza) o una pequeña bolsa de patatas fritas. Hay que tener en cuenta que no somos oficinistas, todo el día sentadas, holgazaneando, a ritmo metabólico elemental. Un cartel colocado en la pared de la oficina expone alegremente la cantidad de calorías que se queman por minuto en nuestras distintas tareas: de 3,5 cuando se quita el polvo, hasta 7 cuando se pasa la aspiradora. Con un promedio de gasto de 5 calorías por minuto en una jornada de siete horas (ocho horas menos el tiempo para viajar de una casa a otra), necesitas ingerir 2.100 calorías más que el mínimo recomendado, que es de unas 900.

Pág. 82: origen de las trabajadoras en Estados Unidos
En la actualidad, el color de las manos que pasan el estropajo varía de una región a otra: chicanas en el sudoeste; caribeñas en Nueva York; hawaianas nativas en Hawai; blancas nativas –muchas de reciente extracción rural– en el Medio Oeste y, por supuesto, en Maine.

Pág. 94-95: sobre la mierda
Hablemos, por ejemplo, de mierda. Es una realidad, como dice la etiqueta del envase gigante. Una realidad que les ocurre a las empleadas de hogar todos los días. La primera vez que, en este oficio, encontré un váter manchado de mierda, me chocó por la sensación de haberme metido en una no deseada intimidad. Hace unas horas, algún culo bien alimentado estuvo haciendo fuerza en este asiento de váter y, ahora, aquí estoy yo restregándolo. A quienes nunca han limpiado un váter verdaderamente sucio, debo explicarles que hay tres clases de manchas de mierda. Hay restos aplastados, que se deslizan por dentro de las tazas. Hay restos salpicados hacia atrás debajo de las tapas. Y, tal vez lo más repugnante, hay costras marrones en los bordes de las tapas, donde a algún zurullo se le ocurrió chocar, en su descenso al agua. ¿No quieres saberlo? Está bien, no es un tema en el que yo habría elegido demorarme, pero los diferentes tipos de manchas exigen distintos tratamientos de limpieza. Son preferibles las que están en el interior de la taza porque pueden limpiarse con la escobilla, una especie de arma para atacar a distancia. Son temibles las costras de las tapas, sobre todo cuando exigen la intervención de un estropajo y una bayeta.

Pág. 103: No hay más remedio que seguir adelante
Y mírame ahora, sentada en la acera de una gasolinera, resoplando bajo la interminable llovizna, tan empapada ya de sudor que no me importa. Pienso que las cosas no pueden ser más sórdidas. Pero pueden  –¡claro que pueden!–, y lo son. En la casa siguiente, estoy sacando la escobilla del váter de la funda cerrada con cremallera, cuando el líquido que se ha ido acumulando a lo largo del día me salpica el pie: ciento por ciento extracto de váter, que chorrea por los cordones y me entra en el calcetín. Si en la vida corriente alguien, es un decir, se hiciera pis en tu pie, probablemente te quitarías el zapato y el calcetín, y los tirarías. Pero éstos son los únicos zapatos que tengo. No hay nada que hacer más que intentar ignorar la asquerosidad que me empapa el pie y, como nos exhorta Ted, seguir adelante.

Pág. 110: Trabajar con algún propósito espiritual o metafísico
Así, poco a poco, mientras friego, paso el multiusos y saco brillo, improviso una filosofía de encomiable desapego y recurro al Jesús a quien bloquearon la entrada en la carpa del "despertar" religioso; el que dijo que los últimos serían los primeros y que, si alguien te pide la capa, le des también la túnica. Añado un toque de budismo de segunda mano, que recuerdo por la reseña que hizo una amiga de un monasterio al norte de California, donde gente rica paga para pasar fines de semana meditando y haciendo trabajos humildes, tareas domésticas incluidas. Solté una carcajada cuando oí hablar de ese monasterio por primera vez. Pero, ahora, la imagen de magnates "puntocom" fregando por el bien de sus almas, me parece un flotador psíquico. Está además el hecho –contado por mi hijo en una conversación telefónica– de que Simone Weil trabajó en una ocasión en una fábrica con algún propósito metafísico, que no pude entender del todo, de modo que añado algo de eso a la mezcla.

(Dependienta en Minnesota)

Pág. 128-129: Programa de desintoxicación en 3 días
Con espíritu de contrición por múltiples pecados, decido dedicar el fin de semana a desintoxicarme. Una página web de investigación revela que surco una senda muy transitada. Hay docenas de sitios que ofrecen ayuda a los potenciales candidatos a pasar el control de las drogas, la mayoría en forma de productos para ingerir, aunque uno de ellos promete enviar un frasco de orina pura, libre de drogas, calentado a temperatura del cuerpo por batería. Como no tengo tiempo para pedir y recibir ningún producto que me permita evadir el control, me demoro en un sitio donde cientos de letras, subrayadas de la manera típica, rezan: "¡Socorro! ¡Control dentro de tres días!". Las contesta lacónicamente "Alec". Ahí me entero de que mi delgadez es una ventaja –no hay demasiados lugares donde los derivados del cannabis puedan esconderse– y de que el único método efectivo es purgar la condenada sustancia a fuerza de ingerir una gran cantidad de líquidos, por lo menos once litros al día. Para apresurar el proceso hay un producto llamado CleanP, supuestamente disponible en GNC, de modo que hago un trayecto de quince minutos al más próximo, tomando agua del grifo durante todo el camino de una botella de Evian. Pregunto al chico a cargo del lugar dónde guarda sus productos desintoxicantes. Es posible que esté acostumbrado a la avalancha de mujeres de aspecto maternal que piden CleanP, porque me lleva con cara de póquer a un imponente contenedor de cristal cerrado con llave… Cerrado con llave bien sea porque el precio medio de productos desintoxicantes de los GNC es de 49,95 dólares o porque se piensa que la clientela está formada por individuos desesperados y no particularmente respetuosos con la ley. Leo los componentes y compro dos de ellos por separado –creatinina y un diurético llamado "uva ursis"– por un total de 30 dólares. De modo que el programa es: beber agua a todas horas y, a la vez, tomar frecuentes dosis de diurético. Mientras tanto (ésa es mi contribución científica), suprimir por completo la sal en cualquiera de sus formas, porque aumenta la retención de líquidos. Significa no comer ningún alimento procesado, comidas rápidas ni condimentos de ninguna clase. Si quiero el trabajo de fontanería en Menards, tengo que convertirme en una tubería sin obstrucciones: agua que entra y agua que sale igual de pura y potable.

Pág. 165: sobre el verbo "aumentizar"
Este verano, Wendy's, donde suelo comprar el almuerzo, ha puesto de moda el verbo "aumentizar": "¿Quiere aumentizar ese combinado?", lo cual significa si quiero doblar la ración de patatas fritas o palomitas. Y algo así como aumentizar parece haber hecho la población femenina invitada.

Pág. 176-177: las madres van de crías por las tiendas de ropa
Ahora me golpea la idea: la mayoría de las personas detrás de quienes yo voy son, ellas mismas, madres; quiere decir que, en el trabajo, yo hago lo que ellas hacen en casa: recoger los juguetes, la ropa y todo lo que está desperdigado. De manera que, para la mayoría de esas mujeres, lo mejor de ir de tiendas es que aquí se portan como crías, ignoran a los bebés que berrean en los carros y tiran las cosas por ahí, para que alguien las recoja. Y no tendría ninguna gracia –¿la tendría?– si, para empezar, las cosas no estuvieran razonablemente en orden. Ahí es donde entro yo, que recreo sin parar el orden, para que las clientas lo desbaraten con la peor intención. Es atroz, pero lo llevan dentro: sólo el despliegue prístino y virginal de las cosas las excita de verdad.
Pongo a prueba esta teoría con Isabelle: que nuestra tarea consiste en recrear constantemente el decorado del escenario en el cual puedan actuar las mujeres. Que, sin nosotras, el índice de malos tratos a los niños se dispararía. Que, en cierto modo, cumplimos la función de terapeutas y, probablemente, tendrían que pagarnos 50 o 100 dólares la hora. "Sí, tú sigue pensando eso", dice, sacudiendo la cabeza. Pero sonríe con su breve y astuta sonrisa, de una manera que me hace pensar que no voy desencaminada.

(CONCLUSIONES)

Pág. 193: sobre la resistencia física
Todos estos trabajos exigen mucho esfuerzo físico, algunos de ellos perjudiciales si se desempeñan un mes tras otro. Soy una persona que habitualmente está en buena forma, con muchos años a cuestas de levantar pesas y hacer aerobic. Pero aprendí algo que nadie mencionó nunca en el gimnasio: gran parte de lo que experimentamos como fuerza, viene de saber qué hacer con la debilidad. La ves llegar en mitad de un turno, incluso después, y es normal que la interpretes como síntoma de cierto tipo de enfermedad leve, curable con reposo inmediato. O la puedes interpretar de otra manera: como recordatorio de que todo el trabajo pesado que has hecho hasta aquí evidencia cuánto más eres todavía capaz de hacer… en cuyo caso el agotamiento se convierte en una especie de entablillado que te sostiene. Obviamente hay límites en esa forma de autoengaño y yo habría llegado muy pronto a los míos si, después de desempeñar distintos trabajos, hubiera tenido que volver a casa para habérmelas con niños pequeños y el cuidado de una familia, como tantas mujeres hacen. Lo cierto es que sobreviví físicamente. Ya bien entrada en los cincuenta nunca me derrumbé ni necesité tomarme un tiempo de recuperación. Y de eso estoy más que orgullosa.

Pág. 204: el tabú del dinero  o no decir lo que cobramos
Kristine Jacobs, analista del mercado laboral de Twin Cities, señala lo que llama "tabú del dinero" como el factor más importante que impide a los trabajadores aumentar sus ganancias. "Existe un  código de silencio alrededor de temas referidos a las ganancias personales –me dijo–. En nuestra sociedad confesamos cualquier otra cosa: cuestiones de sexo, enfermedades o delitos. Pero nadie quiere revelar cuánto gana ni cómo lo gana. Con el "tabú del dinero" siempre pueden contar los empleadores." Sospecho que ese tabú opera con más eficacia entre la gente peor pagada porque, en una sociedad que celebra hasta la saciedad a sus atletas "puntocom" millonarios y multimillonarios, 7 dólares e incluso 10 dólares la hora pueden afectar como una señal de inferioridad innata. De manera que puedes o no descubrir que el Target de la carretera paga mejor que Wal-Mart, aunque trabaje allí una cuñada.

Pág. 211: el salario mínimo para (sobre)vivir
¿Cuánto es lo que se necesita? El Economic Policy Institute revisó hace poco docenas de estudios sobre lo que constituye el "salario mínimo" y llegó a la cifra promedio de 30.000 dólares anuales para una familia de un adulto con dos niños, que significa un salario de 14 dólares la hora. Ése no es exactamente el mínimo con el cual puede vivir una familia de ese tipo. El cálculo incluye seguro de salud, teléfono, guardería en un centro autorizado, que está muy lejos del alcance de millones de personas. Pero no incluye comidas en restaurantes, alquiler de vídeos, acceso a Internet, vino y licores, cigarrillos, billetes de lotería, ni siquiera demasiada carne. Lo chocante es que la mayoría de los trabajadores estadounidenses –alrededor del 60%– gana menos de 14 dólares la hora. Muchos de ellos se las apañan formando equipo con otro asalariado, el cónyuge o un hijo crecido. Algunos recurren a la ayuda estatal, en forma de bonos para alimentos, vales para alojamiento, créditos para el pago de impuesto de las ganancias o –para aquellos que cuentan con la asistencia social de estados relativamente generosos– subsidios para la atención de los niños. Pero otros –por ejemplo, las madres solteras– no disponen más que de sus salarios para mantenerse, no importa cuántas sean las bocas que deban alimentar.

Pág. 212: lo que es la pobreza
Entre los no pobres es corriente creer que la pobreza es una condición soportable, austera tal vez pero, de alguna manera, irán tirando… ¿no es verdad? "Siempre ha sido así." Lo que a los no pobres les cuesta ver es que la pobreza es una angustia profunda: el almuerzo que consiste en Doritos o frankfurts y conduce al desfallecimiento antes de terminar el turno. El "hogar" que es el coche o un camión. La enfermedad o la lesión con la cual "hay que seguir adelante", con los dientes apretados, porque no hay paga por enfermedad ni seguro de salud y la pérdida del salario de un día significa que, al siguiente, no hay con qué comprar comida. Esas experiencias proporcionan un estilo de vida insoportable, un estilo de vida de privaciones crónicas y ensañamientos más o menos velados. Casi con cualquier estándar de subsistencia hay situaciones de emergencia. Así es como tendríamos que ver la pobreza de tantos millones de estadounidenses con bajos salarios: como un estado permanente de emergencia.

Pág. 214: los ricos no ven a los pobres
De manera que, al volver a la clase media alta después de una estancia entre los pobres –por temporal y ficticia que fuera–, es inquietante advertir que la guarida del conejo ha quedado tan repentina y completamente detrás de mí. ¿Dónde estabas y haciendo qué? Alguna extraña propiedad óptica de nuestra sociedad tremendamente polarizada y desigual hace que los pobres sean casi invisibles para quienes son, en cuestión de riqueza, sus superiores. Los pobres ven a los adinerados con sobrada facilidad: aunque sea en televisión o en las portadas de las revistas. Pero los adinerados rara vez ven a los pobres o, si les echan la vista encima en algún espacio público, rara vez se dan cuenta de lo que están viendo puesto que –gracias a los almacenes de venta por correo y, sí, Wal-Mart– los pobres sueles ser capaces de disfrazarse a sí mismos como miembros de clases más acomodadas.

Pág. 218: Trabajar duro no significa salir adelante
Crecí oyendo decir hasta el hartazgo que el secreto del éxito era "trabajar duro": "Trabaja duro y saldrás adelante", o "El trabajo duro es lo que nos ha permitido llegar a donde estamos". Nadie me dijo nunca que podías trabajar duro –incluso más duramente de lo que jamás hubieras imaginado– y encontrarte cada vez más hundido en la pobreza y el endeudamiento. 

lunes, 12 de diciembre de 2011

Paula Zubiaur, Gritos silenciosos

(Novela leída entre el 5 y el 10 de diciembre de 2011)

Paula Zubiaur es el seudónimo tras el cual una mujer maltratada oculta su verdadera identidad para dar testimonio de su terrible experiencia. Durante años sufrió agresiones físicas y psicológicas por parte de su cónyuge, un hombre culto con el que parecía, a ojos de una sociedad cómplice e hipócrita, formar un matrimonio perfecto; hasta que logró, apoyándose en el amor de sus hijos, encontrar la fuerza necesaria para empezar una nueva vida.

Nacida en algún lugar del norte de España en el seno de una familia acomoda, en 1966 Paula Zubiaur –nombre que ha adoptado a fin de preservar el anonimato para así no comprometer a su familia y proteger a sus seres queridos- viajó a Madrid para iniciar sus estudios de Filosofía y Letras. Allí conoció al que sería su marido y padre de sus hijos, el mismo hombre que la denigró como ser humano y que casi acabó con su vida. Tras años de sufrir en silencio todo tipo de torturas físicas y psicológicas. En el año 2003 publica Gritos silenciosos, un conmovedor testimonio de los interminables años como víctima de malos tratos. Escrito con pulso firme y sin rencor por una mujer que ha podido sobrevivir a una existencia de sufrimiento y dolor, Gritos silenciosos también podría ser el testimonio de cualquiera de las miles de mujeres que han sufrido y sufren aún el tormento y el infierno de la violencia de género.

Paula Zubiaur era una joven a quien la vida le sonreía. Crecida en el seno de una familia de buena posición, a los dieciocho años se trasladó a Madrid para iniciar sus estudios universitarios. Junto a sus compañeras del colegio mayor empezó a saborear las mieles de la libertad y a divertirse en las fiestas estudiantiles. En aquel ambiente social conocerá a un hombre algo mayor que ella, culto, licenciado en dos carreras y con éxito en los negocios, que empezará a cortejarla. Las maneras de aquel hombre, los restaurantes caros, sus regalos y el tesón que emplea para conquistarla terminan por vencer las reticencias iniciales de Paula hasta aceptar su proposición matrimonial. Al fin y al cabo, ella soñaba con una vida adulta e independiente, eximida del control paterno.

Sin embargo, Paula no podía advertir que se adentraba en una horrible pesadilla. Su marido no tardará en exigirle que sea perfecta. No puede engordar, debe realizar con extrema corrección las tareas domésticas, vestirse con elegancia, y saber estar callada en sociedad. Le aplicará el método infalible que le enseñó su madre: por cada error que cometa le propinará una paliza. Las torturas pronto alcanzarán también el plano psicológico, habiendo de soportar continuos reproches y un trato infrahumano. Para Paula ha empezado un lento y paulatino descenso al infierno de los malos tratos, hacia un abismo de humillaciones y torturas del que difícilmente podrá salir. 


NOTA: se designa al "maltratador" con el nombre, primero, de "el señor" y, más adelante, de "San Per".


APUNTES INTERESANTES:

Pág. 20-21: Primer indicio de la personalidad oculta del señor (grosería y machismo)

Allí el señor sugirió que quedáramos al día siguiente a la misma hora. Le contesté que tenía que estudiar y que además él tenía novia. Aclaró que Lolifán no era su novia, que tan sólo era una amiga, y añadió un comentario que no entendí bien: "He salido con ella porque la confundí con una peluquera de mi ciudad con fama de liberal, pero resultó que me había equivocado y ya no me interesa". 

Una pena, porque aquel comentario grosero y machista (en realidad me estaba diciendo: "Quedé con Lolifán para ver si me la tiraba porque tenía fama de puta, pero como era otra persona ya no me interesa") fue el primer indicio, que yo no capté, de la personalidad oculta del señor.

Pág. 23: Segundo indicio de la personalidad oculta del señor (posesión)

"Me siento muy bien a tu lado, tengo que hacer todo lo que esté en mis manos, y lo que no esté también, para que seas mía". En el mismo lugar y de nuevo a punto de cumplirse la hora de entrada, el señor me dio el segundo indicio de su personalidad oculta. Esta vez sí lo capté: "Para que seas mía". La frase me disgustaba sobremanera, me veía convertida en un objeto, expuesta en un escaparate.

Pág. 41: Trucos – comportamiento que anuncia un enfado/maltrato  

Ése fue siempre uno de los trucos del señor: el contraste, el pasar de la extrema corrección a la agresión sin transición ni causa para lo uno ni para lo otro, lo que debía producirme algún tipo de cortocircuito psicológico que me paralizaba. Por último, había algo en el señor que intimidaba; … Era su seguridad al hablar, sus frases cortantes, con ácido ingenio: "Tú es que todavía crees en los Reyes Magos", me decía con frecuencia. … Pero también era su mirada, sus ojos que se achinaban detrás de los gruesos cristales preludiando un enfado.

Pág. 42: Llegar virgen al matrimonio es una estupidez

Sin ningún recato, sin la más mínima delicadez comienza exponiendo que le parece una estupidez lo de llegar virgen al matrimonio. Que un hombre tiene que estar seguro de que su mujer va a funcionar en la cama. Argumenta que hay muchas mujeres que tienen vaginitis, otras que no admiten la penetración o que son frígidas e incapaces de dar placer. Me dice que no está dispuesto a pasar la noche de bodas con una inexperta sexual, ni va a admitir casarse con la incertidumbre de si voy a responder en la cama.

… Vuelve a su asiento, mostrando su mal humor, como si mi actitud fuera reprobable y su intento de violación un derecho indiscutible.

Pág. 43: El perdón y las justificaciones

Llamaba para suplicarme perdón, con impecables modales otra vez, y se mostró contrito por su improcedente comportamiento, alegando para justificarse el cansancio del viaje y los problemas de su trabajo, que le habían puesto furioso y había descargada injustamente su ira contra mí.

Pág. 44: Machismo radical

… fingiendo yo que no había intentado violarme ni me había mostrado  de forma grosera su verdadero sentir de fundamentalista del machismo más radical.

 Pág. 55: Cosas confusas en la memoria, episodios borrados de la conciencia

Estuve cerca de una hora bajo el chorro, a pesar de que mis heridas me dolían con el roce del agua. Me sentía enormemente desgraciada y no entendía cómo lo que, al entrar en la habitación, creía que iba a ser una romántica noche de bodas se había convertido en un infierno. No sé si aquella noche el señor me violó cuando perdí el conocimiento. Si hubo sangre, se mezclaría con la abundante que había perdido por la nariz. No recuerdo cuándo dejé de ser virgen. A partir de entonces estaba tan asustada que hay cosas confusas en mi memoria, como los recuerdos de las pesadillas o de algunos accidentes, como si una tremenda borrachera hubiera borrado algunos episodios de mi conciencia.

Pág. 61: La violencia es continua y provoca sentimiento de culpabilidad en la víctima

Esa paliza provocó varias consecuencias en mi interior. La primera fue el hacerme a la idea de que la violencia no iba a ser puntual, sino continua, algo que ya había sospechado tras la paliza anterior pero que ahora se confirmaba. La segunda fue que empezó a surgirme un injusto sentimiento de culpabilidad. Yo sabía que nada podía justificar el usar la violencia contra la pareja, pero una vez aceptado que mi marido me pegara y una vez resignada a mi falta de valor para escaparme, no me quedaba más remedio que analizar qué era lo que había provocado su furia, aunque sólo fuera para evitar o en su defecto distanciar nuevos episodios.

Pág. 75: Arrepentimiento, perdón y culpabilidad/síndrome de Estolcomo

Al ver las marcas y el estado en el que me había dejado, Don per se dio cuenta de que, incluso para su criterio, se había pasado. Mostraba arrepentimiento y, mientras me cuidaba, me pedía perdón y me juraba que a partir de entonces controlaría sus impulsos, llegando a soltar alguna lágrima de cocodrilo, aunque no se olvidaba de adjudicarme un tanto de responsabilidad y me decía que yo también tendría que colaborar. En algún momento, ingenua de mí, conmovida por sus lágrimas y acuciada por mi deseo de paz y tranquilidad, llegué a creerle e incluso a aceptar internamente esa parte de responsabilidad. Supongo que es un proceso mental similar al conocido síndrome de Estocolmo de los secuestrados.

Pág. 80: Amabilidad fingida

Don Per nos recibió con su exagerada amabilidad, que yo sabía que era presagio de violencia. Me dedicó cariñosas palabras de bienvenida e hizo pasar al chófer y al cura, a los que trató desde el primer momento con honores de huéspedes.

Pág. 81: Después del silencio, las ganas de hablar

Pienso ahora que ésa puede ser una de las causas de que yo esté escribiendo estos hechos. Tanto tiempo callada, tantos años haciendo de muda, sin ser capaz de revelar a los demás la cara oculta de Don Per, me han producido ahora unas incontenibles ganas de hablar.

Pág. 83: Los libros se convierten en nuestros amigos

Desde luego era mi caso: amante de la ropa, lo era en mayor medida de estrenar que de conservar. Pero los libros tienen que acompañarle a una toda la vida. Debe ser lo último que se venda en caso de necesidad para comer. Es mi mentalidad y la era entonces. Entiendo que otra gente tenga la idea contraria: conservar lo máximo la ropa y regalar el libro que, al haber sido leído, ya ha cumplido su función. Reconozco que es una postura menos consumista, pero también menos romántica. Los libros me habían hecho pasar buenos momentos y los consideraba mis amigos, los había personificado.

Pág. 136: Cualquier testigo es responsable

No me explico cómo no hicieron nada, ni ella ni mi padre, a quien mi madre le contó enseguida lo que había visto y oído. ¿Cuál fue su pensamiento? "¿Si nuestra hija no lo hace público, no seremos nosotros quienes lo hagamos?" ¿No se daban cuenta de que necesitaba ayuda? ¿No pudieron pensar, ellos que no se encontraban bajo el terror, que podía sufrir una incapacidad psicológica para salir de mi situación? Con estas preguntas no quiero abrir heridas viejas ya cicatrizadas: mis padres están más que perdonados y no es mi intención recriminarles ahora su actitud. Sólo quiero que el lector vea lo aislada que se puede encontrar una mujer maltratada, que entienda que cualquier testigo es responsable, que quien oye o ve una paliza puede constituirse en la única esperanza de una mujer, que el permanecer callado es lo mismo que no llamar a una ambulancia cuando se ha presenciado un accidente.

Pág. 167: Otra víctima de la intemperie

Había asumido que las épocas violentas y las de calma llegaban y se iban como llegan y se van los fenómenos meteorológicos, por causas ignotas o difíciles de precisar: así como con todo el conocimiento de la ciencia y con toda la tecnología que el hombre dispone actualmente, las predicciones meteorológicas apenas aciertan a más de tres días vista, yo tampoco era capaz de saber cuándo San Per iba a tener uno de sus ataques de ira o iba a ser un perfecto caballero. Igualmente, aceptaba sus palizas, desprecios y humillaciones como el campesino acepta el granizo que le estropea la cosecha, el cantante el chaparrón que le dispersa el público o el pescador los temporales que no le permiten salir a navegar.

Pág. 182: Sentirse superior y abundar en la relación de dependencia

… pero más tarde sabría que en realidad él siempre tuvo el convencimiento de que no sería capaz de llevar el proyecto a cabo, tanto con la ayuda de mi hermano como sin ella, y precisamente por eso me autorizó a hacerlo. Era una vez más una forma de sentirse superior, de demostrar que yo no era capaz de hacer nada sin él, de abundar en la relación de dependencia que había logrado urdir día a día, sólo permitiéndome que trabajara en la época en que fue necesario que yo aportara dinero, evitando que estudiara, mentalizándome de que yo era una inútil.

Pág. 187: Castigada por fantasías

Ese verano no pude volver a la playa y tuve que fingir una gripe para evitar que nuestros amigos y conocidos vieran mis moratones. Mis "errores" habían perdido ya cualquier conexión con la realidad y podía ser castigada por fantasías que sólo existían en la cabeza de San Per.

Pág. 189: la mujer, una pieza, un cuerpo, una secretaria, un despertador, una válvula de escape

No creo que él se tragara el cuento, me parece imposible que un hombre que lleva años vapuleando a su pareja y comportándose con extrema crueldad con ella pueda esperar que esté enamorada de él. San Per no era tonto y tenía que ser consciente de ello, aunque tal vez dentro de su locura creyera que yo era capaz de amarle a pesar de los malos tratos; es posible que llegara a creer que me convencía cuando me decía que lo hacía por mi bien; probablemente esperaba que yo me creyera sus palabras de amor porque me consideraba tonta. Sin embargo, yo me inclino a creer que no se le escapara el objetivo real y único de esa cena y de mi actitud amorosa. ¿Entonces por qué tuvieron efecto mis palabras? Porque a San Per lo único que le importaba eran las apariencias. Era una pragmático sin matices: su mujer no era más que una pieza de la maquinaria de representación que le llevaría a realizar sus desmedidas ambiciones, un cuerpo con el que saciar su apetito sexual, una secretaria que le organizara su hogar, un despertador que lograra arrancarle de la cama para que acudiera a trabajar y una válvula de escape con quien pagaba sus complejos y frustraciones.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Fred Uhlman, L'amic retrobat

Fred Uhlman, L'amic retrobat

Edició LABUTXACA (Grup 62)

(Llibre llegit entre el 10 i l'11 de desembre de 2011)

FRED UHLMAN va néixer a Stuttgart el 1901 i va morir a Londres el 1985. Advocat laboralista a l'Alemanya prenazi, conegut pintor naïf a l'exili i celebrat escriptor en els últims anys, va obtenir un gran ressò internacional amb la novel·la L'amic retrobat, basada en la seva pròpia experiència. Aquest èxit es va confirmar després amb la publicació de les seves memòries Història d'un home i dues novel·les curtes més, L'ànima valenta i El retorn, publicades per Columna.

Resum del llibre:

L'arribada de Hitler al poder el 1933 posa punt final a l'amistat de dos companys d'escola. Un d'ells és jueu, l'altre és membre d'una de les famílies més aristocràtiques de Suàbia. Al llarg d¡un any ho havien compartit tot, però arriba un moment en què les seves diferències esdevenen insalvables. El jueu deixarà Alemanya per anar-se'n a Amèrica i oblidar allà el seu país nadiu i el seu gran amic. Trenta anys després, sense esperar-s'ho, el retrobarà novament.

He apuntat les cites següents:

Pàg. 20: Nois de setze a divuit anys
Entre els setze i els divuit anys, els nois combinen moltes vegades una innocència ingènua i una puresa radiant de cos i ànima amb la necessitat apassionada de trobar una devoció absoluta i desinteressada. Aquesta fase acostuma a durar un temps molt curt, però, atesa la seva intensitat i unicitat, resulta una de les experiències més precioses de la vida.

Pàg. 53: Ser de procedència jueva
Evidentment, no podíem ni preteníem negar que érem "de procedència jueva", ni més ni menys que a ningú no se li acudiria negar que l'oncle Henri, a qui feia més de vint anys que no vèiem, era de la família. Però aquesta "procedència jueva" no comportava gaire cosa més que el fet que, una vegada l'any, el dia de l'Expiació, la meva mare anés a la sinagoga i el meu pare no fumés ni viatgés, no perquè cregués en el judaisme, sinó perquè no volia ferir la sensibilitat dels altres.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Carmen Martín Gaite, Caperucita en Manhattan


Colección Escolar 1 (Literatura) Ediciones Siruela

 "Un relato en el que Martín Gaite ha conseguido una ficción muy amena gracias a sus dotes de hábil narradora." Santos Sanz Villanueva, Diario 16

Caperucita es un clásico de la literatura sobre la iniciación a la vida adulta, sobre los peligros a los que tenemos que hacer frente y la exigencia de hacerlo en libertad y soledad.

Carmen Martín Gaite nos recrea magistralmente esta historia y la adapta a la sociedad en la que vivimos, con una Caperucita que es una niña de hoy y que se mueve en un bosque muy diferente (Manhattan), aunque también se encontrará con los personajes del famoso cuento, aquí completamente diferentes: miss Lunatic, mister Wolf, etc.

Al leer Caperucita en Manhattan, uno de los grandes éxitos de la literatura juvenil de los últimos años, se nos proporciona la ocasión de reflexionar sobre nuestro propio mundo, sobre la manera en que nosotros intentamos cada día ser diferentes y sobre cómo ser nosotros mismos en la sociedad en que nos ha tocado vivir.



Invitación a la lectura:

A/ Caperucita Roja procede de los relatos tradicionales

Secuencias (según el cuento de Charles Perrault):

1.- La abuela de Caperucita vive con sus padres en una aldea, mientras que su abuela vive sola en una casita en el centro del bosque.

2.- La abuela de Caperucita enferma. Ante la imposibilidad de visitarla ella misma, la madre la envía a casa de la abuela con un cesto de provisiones en el que figura una galette (un bizcocho).

3.- Antes de partir, la madre advierte a Caperucita que no se detenga en el camino ni hable con nadie.

4.- Caperucita desobedece la orden materna. Se detendrá a coger avellanas, perseguir mariposas, hacer ramilletes de flores y, sobre todo, a charlar con el Compadre Lobo, contándole ingenuamente a dónde se dirige.

5.- El Compadre Lobo propone a la niña un juego: correr para ver quién llega antes a casa de la abuela. Él, utilizando un atajo, llega el primero y devora a la anciana. Se disfraza con sus ropas, se mete en su cama y aguarda la llegada de la niña.

6.- Cuando ésta llega, la falsa abuela le ruega que se meta con ella en la cama para calentarse. Caperucita comienza a observar las diferencias corporales entre el Compadre Lobo y su abuela, hasta que el descubrimiento de sus enormes dientes le revela la verdad, pero ya es tarde. Ella, como la abuela, también es devorada por el malvado lobo.

Perrault terminará su cuento con una moraleja: Caperucita es el símbolo de la codiciada inocencia, de todas las niñas buenas y hermosas que, desgraciadamente, hacen caso de toda clase de personas, de las que las más peligrosas son los "lobos melifluos", los embaucadores, de los que hay guardarse especialmente.

B/ El lugar: la ciudad-bosque y sus peligros

Para Sara Allen la isla de Manhattan tiene "forma de jamón con un pastel de espinacas en el centro" (el Central Park), comparación que divierte a sus padres. La abuela de esta historia vive en la zona del Morningside (que se puede traducir como "donde nace la mañana"), una zona pobre al norte de Manhattan. Desde sus ventanas se divisa un parque alargado y solitario, donde, según los periódicos, se esconde "el vampiro del Bronx". Éste es un parque relativamente pequeño. A Sara el que realmente le atrae es Central Park, el gran bosque urbano, misterioso y peligroso (frente a él fue asesinado John Lennon), aunque en esta gran ciudad el peligro parece estar en todas partes.

C/ Caperucita y nuestro tiempo

Sara-Caperucita es una niña de nuestro tiempo.

Pertenece a una familia sencilla, su padre es fontanero y su madre cuida ancianos en una residencia.

Tiene algo en común con todas las Caperucitas (incluso los Caperucitos): está aprendiendo, reuniendo experiencias acerca de la familia, de la monotonía de la vida diaria y del ejercicio de la libertad. … Está creciendo y experimentando sensaciones, unas veces tristes y otras alegres y esperanzadoras, pero, sobre todo, está aprendiendo a tomar decisiones, a elegir aquello que considera mejor y a tomar partido cuando es necesario; está sufriendo su rito de iniciación y espera conseguir su amuleto. Y al final de esta historia lo conseguirá, sin duda, de manos de un fantástico personaje.

D/ La madre y la abuela, dos modelos de mujer

MADRE: trabajadora, esposa sumisa y buena repostera

Modelo representado por su madre: el orden, la aceptación de las normas, la rutina diaria = PRINCIPIO DE ORDEN

ABUELA: ex estrella (un tanto estrafalaria) de Broadway que no se resigna a envejecer y que pretende mantener intacto su atractivo para los hombres. No es buena ama de casa… y aborrece la monotonía en la que vive su hija. Esta abuela no está enferma y no quiere en modo alguno ser cuidada ni mimada con tartas de fresa, pero tiene mucho empeño (como los viejos brujos de las tribus primitiva) en adiestrar a su nieta para la vida y, sobre todo, para el ejercicio de la libertad.

Modelo representado por la abuela: la imaginación, e desorden doméstico y una cierta afición al alcohol = PRINCIPIO DE LIBERTAD

Sara-Caperucita deberá escoger entre estos dos modelos. Ambos modelos corresponden a mujeres de nuestro tiempo, y ésta es una de las transposiciones del relato de Carmen Martín Gaite.

E/ De la galette a la tarta de fresa

La primera Caperucita lleva a su abuela una galette, un bizcocho casero.

Sara-Caperucita lleva a su abuela una tarta de fresa… objeto fascinante, algo codiciado, un objeto de deseo. Desdeñada por la abuela y la nieta por su reiteración, será como lo objetos mágicos de los cuentos maravillosos, el objeto cuya posesión dará la felicidad a uno de los personajes más famosos de este cuento: el Compadre Lobo, o el lobo feroz, o lo que es lo mismo, mister Woolf.

F/ Mister Edgar Woolf, un lobo muy particular

-Lobo del cuento tradicional: malvado, astuto incitador a la desobediencia, movido por el hambre

-Mister Woolf: anciano enormemente rico (imperio económico, magnífico edificio-pastel), deseo de poseer la receta de la auténtica tarta de fresa tradicional. Su interés estará en la tarta.

Al contrario que en el relato de Perrault, Caperucita no es para el Lobo un fin, sino un medio. La estratagema para llegar antes a casa de la abuela no encubre a ningún perverso devorador de niñas inocentes, todo lo más a un avispado comerciante. Tampoco se observan en él rasgos que han subrayado algunos comentaristas de la fábula primitiva: según ellos, el moderno lobo sería el demagogo, el político que utiliza a los ciudadanos para sus propios fines y los engaña con falsas promesas. Este lobo sí tiene rasgos "melifluos", porque es un anciano tímido y sentimental que tiene su propia historia, su pequeña novela rosa que, gracias al objeto mágico, la tarta de fresa, tendrá un final feliz, como en las películas.



G/ Miss Lunatic

-Puede ser un hada (una de las características del cuento maravilloso: las metamorfosis, es decir, las transformaciones: Miss Lunatic deja de ser momentáneamente una anciana).

-Puede ser el espíritu de madame Bartholdi, la madre del escultor de la estatua de la Libertad. Sara presume que ésta es la verdadera personalidad de miss Lunatic (cf. Libro Construir la Libertad)

-Puede ser el alma de la estatua de la Libertad (como todo espíritu, reside en un cuerpo, en este caso de metal verdoso, pero puede adoptar la forma de una anciana bondadosa y comprensiva, buena conversadora y siempre dispuesta a ayudar a los demás y, sobre todo, a animar a Sara en su personal conquista de la Libertad).

Sea cual sea la interpretación que prefieras, miss Lunatic será quien otorgue a Caperucita su amuleto, la moneda mágica que usará para incorporarse a un mundo nuevo para ella.



Temas interesantes:

Pág. 33: Elena Fortún, Celia en el colegio

A veces lo que sueño creo que es verdad, y lo que me pasa me parece que lo he soñado antes… Además, lo que ha pasado no está escrito en ninguna parte y al fin se olvida. En cambio, lo que está escrito es como si hubiera pasado siempre.

Pág. 105: Tragicomedia de Calisto y Melibea

A quien dices tu secreto, das tu libertad.

Pág. 244: Fernando Savater y la libertad

El objetivo explícito de la enseñanza en la modernidad es conseguir individuos auténticamente libres […]. La libertad de la que estamos hablando no es un "a priori" ontológico de la condición humana, sino un logro de nuestra integración social. A ello apuntaba Hegel cuando estableció que "ser libre no es nada, devenir libre lo es todo". No partimos de la libertad, sino que llegamos a ella. Ser libre es liberarse.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Douglas Kennedy, Quitter le monde

(Roman lu au mois d'août 2011)
Édition POCKET  - Belfond

Roman traduit de l'américain par Bernard Cohen

Douglas Kennedy
est né à New York en 1955, et vit entre Londres, Paris et Berlin. Auteur de trois récits de voyages remarqués, dont Au pays de Dieu (Belfond, 2004; Pocket, 2006), il s'est imposé avec, entre autres, L'homme qui voulait vivre sa vie (Belfond, 1998; Pocket, 1999), en cours d'adaptation cinématographique, et La poursuite du bonheur (Belfond, 2001; Pocket 2009), suivis de: Une relation dangereuse (Belfond, 2003; Pocket, 2005), Les charmes de la vie conjugale (Belfond, 2005; Pocket 2009), La femme du Ve (Belfond, 2007; Pocket 2009) et Quitter le monde (Belfond, 2009; Pocket, 2010). En 2008, les éditions Belfond ont également publié son roman culte Piège nuptial, dans une nouvelle traduction.
« (…) l'un des meilleurs romans de cet écrivain américain. »  François Busnel – L'Express
Passages intéressants :
Page 9 : Elizabeth Bowen
« Le destin n'est pas un aigle ; il se faufile comme un rat. »
Page 21 : Le sens des mots
Parce que les mots comptent. Les mots construisent et détruisent. Les mots restent.
… il existe un énorme fossé entre « comprendre »  un événement qui bouleverse votre vie et « accepter »  sa terrible réalité.
Page 27 : Les personnages de fiction
Comme David Henry, mon directeur de thèse, aimait à le souligner aux étudiants de son cours de théorie littéraire, « tout roman a fondamentalement une crise pour propos, et la manière dont un ou plusieurs individus s'y confrontent. Plus encore, quand nous faisons la connaissance d'un personnage de fiction, nous le voyons évoluer dans le présent mais il a un passé derrière lui, comme nous tous. Que ce soit dans la vie réelle ou dans un livre, on ne comprend vraiment quelqu'un que si on connaît son histoire » .
Page 69 : La conscience
A Little Book in C Minor, de HL Mencken, dans lequel se trouve l'un de mes aphorismes préférés de cet auteur : « La conscience, c'est cette voix intérieure qui nous rappelle que quelqu'un est peut-être en train de regarder. »
Page 72 : On croit connaître quelqu'un
Dire que cette lecture avait constitué une étrange expérience serait faible : elle m'a troublée jusqu'au plus profond de moi. On croit connaître quelqu'un dans toutes les dimensions de sa pensée et de ses émotions, on est certain de savoir ce qui se passe dans sa tête grâce à d'innombrables conversations à propos de la vie, de l'art, de ce qui est important et de ce qui est anodin, mais aussi grâce à l'intimité créée par un amour réciproque, et puis ce même être retourne dans son univers pour écrire, et le résultat est tellement bizarre, tellement déroutant que l'on n'est plus sûr de rien.
Page 78 : Le plagiat
L'auteur avait découvert que l'une des œuvres phares du « nouveau roman » français, La Modification, de Michel Butor, était elle aussi le récit non linéaire d'un voyage – entre Paris et Rome, et à bord d'un Trans-Europe Express – pendant lequel un écrivain médite des heures durant sur le compte de sa femme et de sa maîtresse. « Certes, le professeur Henry fait une rapide allusion à La Modification dans son hermétique opuscule, notait le journaliste du New York, qui n'avait pas signé son article, très précisément lorsque le narrateur évoque son ambition d'écrire un livre qui serait plus Butor que Butor. Mais cette référence oblique ne protège aucunement Henry de l'accusation de s'être annexé toute la structure et le principe narratif d'un autre roman.  Peut-être l'éminent professeur a-t-il une explication déconstructionniste de ce cas de « réappropriation moderniste » qui, en langage courant, s'appelle tout simplement « plagiat ». »
Page 79 : Traduction anglaise du roman de Michel Butor
Si j'y ai retrouvé la densité elliptique et le parti pris intellectualisant de 49e Parallèle, les deux œuvres m'ont paru totalement dissemblables. D'accord, elles partageaient le thème de l'homme dérivant entre deux femmes dans un voyage à la fois physique et mental, mais toute entreprise littéraire n'est-elle pas, sous une forme ou une autre, la réinvention d'une thématique et d'une forme déjà employée par d'autres ? Il fallait être un journaliste particulièrement peu scrupuleux, et inspiré par une jalousie haineuse envers un écrivain de talent, pour crier au plagiat devant ce qui était, au plus, l'hommage d'un créateur à l'un de ses prédécesseurs.
Page 93 : Poème de T.S. Eliot
« Entre l'intention et l'acte/S'étendent les ombres. »
Page 96 : Confesser ou le dispositif de défense
C'était une leçon que la mort de David m'avait donnée : quand on ne confesse rien, on ne livre aux autres que des suppositions, jamais de preuves. De ce fait, ce qui doit rester caché le demeure. Pour moi, cette découverte était rassurante en ce qu'elle m'offrait le dispositif de défense dont j'avais besoin pendant cette période à Harvard, et aussi parce qu'elle me permettait de compartimenter la rage et l'abattement, de prendre le contrôle sur mes démons personnels. Alors, j'ai adopté profil bas. Je me suis absorbée dans mes études. …
Page 134 : Comptes à régler avec le père et la mère
Nous voulons tous régler nos comptes avec le père ou la mère qui a déçu nos attentes. Sans doute. Mais c'est tellement déprimant quand on y parvient…
Page 194-195 : Pensée de Pascal sur la solitude
Avec le recul, les trois semaines qui ont suivi ont compté parmi les plus belles de ma vie. Il y a une pensée de Pascal que l'on cite souvent, selon laquelle tout le malheur des hommes vient de ne pas savoir « demeurer en repos dans une chambre » ; pendant ces jours bénis, je n'ai pas été inactive, mais j'ai passé la majeure partie de mon temps seule dans une pièce. Et cela m'a parfaitement convenu.
Page 196 : La discipline
Pourquoi ce besoin d'un horaire aussi rigide ? La discipline, c'est avant tout la mise en place du contrôle de soi, l'idée qu'en s'astreignant à des règles d'airain et en évitant les distractions on parviendra à se tenir loin du grand désordre du monde. C'est dans doute cette conviction qui me tirait du lit chaque jour mieux qu'un radio-réveil.
Page 205 : La conscience et les répercussions de nos actes
Une fois encore, je devais constater la fatalité de l'un des grands principes de la condition humaine : les répercussions de choix anciens se font sentir dans tout ce qui vous arrive par la suite ; avec un peu de chance, leur écho ne résonne que dans la sphère la plus privée qui soit, celle de la conscience, mais que vos actes tombent d'une façon ou d'une autre dans le domaine public, et ils projetteront à jamais sur vous une ombre soupçonneuse.
Page 236 : Politiquement correct
-Quoi ? Vous n'êtes pas une adepte du politiquement correct, une cryptoféministe, voire une « überféministe » ?
Page 273 : L'interprétation
Comme  George Orwell l'a si justement noté, n'importe quel lieu commun contient une part de vérité essentielle. Ce que Christy venait de dire m'a amenée à comprendre que le dilemme auquel j'étais confrontée était basé sur un élément fondamentale de l'analyse littéraire que j'avais abondamment pratiqué : l'interprétation. Comment interpréter la part de scrupule moral dans une décision ? Comment arriver à interpréter ce qui vous arrive sans vous laisser guider par la culpabilité ? Comment mesurer à quel point vous avez besoin de plier la réalité pour qu'elle entre dans le moule de la représentation que vous avez de votre existence ? Ou encore : qu'êtes-vous prêts à accepter, ou pas, pour continuer à faire partie du concert du monde ?
Page 424 : Phrase de Kafka que l'on cite le plus souvent
« Un matin, au sortir d'un rêve agité, Gregor Samsa s'éveilla transformé dans son lit en une véritable vermine ».
La deuxième phrase la plus célèbre :
« Quand nous regardons l'autre, pouvons-nous seulement voir la douleur que porte chacun de nous ? »
Page 438 : Citation de Samuel Beckett
« Il faut continuer, je ne peux pas continuer, je vais continuer. »
Page 693 : Werner Heisenberg et le principe d'incertitude
C'était le mathématicien et physicien allemand à qui revenait la paternité du principe d'incertitude : en considérant une particule donnée, on ne peut jamais connaître à la fois sa position et sa vitesse ; c'est l'une ou l'autre ; telle est l'indétermination de tout fragment de vie.
« Et c'est aussi le destin, m'étais-je dit après avoir lu cette définition : un déplacement arbitraire de particules qui nous entraînent vers des destinations que nous n'aurions jamais imaginées. L'incertitude… Elle gouverne chaque instant de la condition humaine. »

Vocabulaire retenu :
-Tout le monde l'encensait, en ce temps-là. (page 28)
-Ils s'arrangent toujours pour pousser les décombres de côté et poursuivre leur chemin. (page 51)
Des flatteries sirupeuses (page 237)
Tuer dans l'œuf la passion naissante…
C'était un moulin à paroles, assurément, mais il faisait preuve d'une telle érudition que je me suis vite accoutumée à la logorrhée.
Propension à vouloir épater le bourgeois quand elle avait trop bu en lançant des imprécations eschatologiques.
Je viens juste de perdre les eaux (page 289)
… sur le ton caustique dont elle ne se départait jamais,…
Surtout maintenant que sa femme est à tu et à toi avec le Créateur.