miércoles, 29 de diciembre de 2010

Pablo Aguilar González, Los pelícanos ven el norte

Pablo de Aguilar González (Albacete, 1963). Después de salir de Albacete, pasar por Grafton (Ohio) y Madrid, llegó a Molina de Segura (Murcia), donde vive actualmente. Trabaja como programador de aplicaciones informáticas para empresas desde 1986. Sus cuentos han sido galardonados en diversos premios literarios y han aparecido en varias antologías y publicaciones periódicas. La novela Intersecciones quedó entre los diez finalistas del II Premio Literario Volkswagen Qué Leer y está a punto de ser publicada por la editorial Inéditor.
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Los pelícanos ven el norte es la novela ganadora del III Premio Volkswagen Qué Leer. Un galardón a través del cual Qué leer profundiza en su compromiso con el fomento de la lectura y Volkswagen aporta sus valores fundamentales de marca: el optimismo, la amistad, el fomento de las nuevas tecnologías y la sostenibilidad.
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Volkswagen y Qué Leer iniciaron en 2008 este premio literario con la voluntad de fomentar la cultura, apoyar los nuevos talentos, la sostenibilidad a través de las nuevas tecnologías y la solidaridad. Por este motivo el premio Volkswagen Qué Leer se desarrolla íntegramente vía online para fomentar la participación y el diálogo. En la página web del certamen, http://www.premioqlvw.es/ se puede consultar las obras presentadas a concurso, así como participar en la conversación generada entre los autores y los lectores. Año tras año, el certamen ha ido perfilando una personalidad singular que aúna el apoyo a la literatura y su relación con la cultura de la marca Volkwagen.
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Resumen de la novela:
Hércules tiene nombre de héroe pero en realidad ha pasado toda su vida acobardado por sus fobias, alguna de las cuales causaría risa si no le hubiera traído tantos quebraderos de cabeza. Un día decide romper con su monótona existencia en Albacete y recuperar el norte que perdió tantos años atrás: la única manera de conseguirlo es encontrar a su vieja amiga de la infancia, de acento inglés y carácter extravagante, con la que forjó una protectora alianza frente a las burlas de los compañeros de clase. Y el apocado Hércules se embarca en un agitado viaje tras los pasos de la escurridiza Judit. Su búsqueda le lleva a atravesar Estados Unidos en coche y vivir un sinfín de peripecias, pero también va a ser un viaje interior hacia sus recuerdos y sus miedos que le hará reencontrarse consigo mismo.
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Algunos apuntes interesantes de la novela, centrados principalmente en el desarollo y la descripción de las fobias y sus síntomas:

"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar" Eduardo Galeano


Pág. 13: una de las fobias del protagonista
Mixofobia: se define como miedo injustificado a la mezcla interracial, intercultural o a los extranjeros.
O sea, que me aterra cruzarme con un negro, un musulmán o un simple guiri. Incluido este cowboy.

Pág. 14: las adicciones de otro de los personajes
Judit es una mezcla de La Mancha, Gran Bretaña y América del Norte; tiene mi misma edad y padece un montón de adicciones no menos absurdas que mis fobias.
Si nos detenemos a pensar en ello, ser adicto a un montón de cosas extrañas viene a ser lo contrario a espantarse por otras tantas rarezas.

Pág. 38: otra fobia del protagonista
La medortofobia...
Una fobia es una aversión obsesiva. Es algo compulsivo, uno no puede racionalizarlo. La medortofobia es el miedo a las erecciones, propia o ajenas.
Maneras de suavizar lo que no se quiere decir...
Parece una tontería, lo sé, pero el pánico no se controla. Y eso es algo con lo que tengo que vivir. Jamás veo una película porno, jamás acudo a clubs de alterne, jamás intento ligarme a una mujer y jamás permito a mis pensamientos que acudan a lugares que puedan provocarme una excitación.
Si el sexo no es el centro de tu vida, lo puedes soportar.
Pero no es sencillo controlar a la naturaleza.


Pág. 53: La primera vez que sufrí de medortofobia...
No recuerdo cuándo descubrí la sexualidad, ni tampoco mi primera erección. Pero soy capaz de visualizar, como si me encontrara en el cine, el primer día que me mostraron una fotografía porno.
Jugábamos al balón o, en mi caso, más bien simulaba jugar; simplemente rondaba por allí. De pronto, todo se detuvo: se formó un corro y el recién llegado sacó del bolsillo un papel que empezó a desdoblar y desdoblar y desdoblar... Supongo que a todos se nos hizo eterno. Cada pliegue desvelaba una promesa de matices de color carne que nos agitaba la excitación como la coctelera de un barman profesional. Hasta que la fotografía se extendió en el suelo ante nosotros. Todos, en silencio, quietos, hipnotizados.
Ninguno pestañeaba ante la escena de una pareja en una actitud, es fácil imaginar, poco decorosa. Todos mirábamos a la chica; y, alguno, por eso de las comparaciones, también al hombre, esquivando los nervios a base de bromas acerca del "pedazo tranca"...
Sin saber qué me estaba ocurriendo, empecé a temblar, cada poro de mi cuerpo despedía gotas de sudor, era como si mi tráquea se hubiese aplastado y no dejara pasar el aire, la parálisis se apoderó hasta del más insignificante de mis músculos y no era capaz ni siquiera de cerrar un párpado. Mis puños se contrajeron de modo que las uñas se me clavaban en las palmas hasta hacerlas sangrar y, una vez desatascada la garganta, un tremendo y aterrado alarido se extendió en todas direcciones.
Le siguieron más gritos que no pararon hasta quedarme afónico y ni aún entonces.
Los demás, alarmados y preocupados por si alguien descubría aquel tesoro reprográfico tamaño extra, intentaron hacerme callar mientras el dueño se afanaba en volver a doblar sin que se rompiera, pero con la urgencia del ladrón que teme ser descubierto, el tesoro que guardaba el objeto de su recién conquistada popularidad.
Tras poner el póster a salvo, desistieron de silenciarme. Yo continuaba rígido, aullando sin voz, temblando como un bebé helado.
-Joder con el Bombacho maricón... casi nos pillan.
Así fue la primera vez.
La primera vez que sufrí de medortofobia...

Desde aquel día, orino sentado, pongo el despertador varias veces durante la noche para evacuar y evitar, dentro de lo posible, una erección; e intento esquivar por todos los medios el erotismo... Pero no soy un santo y, la verdad, las mujeres me gustan tanto como a cualquier otro heterosexual del planeta...
La vida es dura.

Pág. 55: la fobia a ojos de los demás compañeros de clase
... me convirtiera en el destino de las risotadas y las burlas de los demás. Por supuesto, ellos no se imaginaban que lo que a mí de verdad me daba miedo eran los penes. Ellos sólo alcanzaban a intuir que, después del numerito, yo era un marica y punto.

Pág. 57: otra fobia del protagonista
Metatesiofobia: Persistente, anormal e injustificado miedo a los cambios.

Pág. 59: otra fobia del protagonista
De repente, los sudores y otra vez los gritos...
Mnemofobia, lo llamó el doctor Alfonsín.
Persistente, anormal e injustificado miedo a los recuerdos...

Pág. 60: otras fobias como Hemofobia, Metalofobia, Metalohemofobia
-No podemos olvidarnos, Hércules... ¡Hagámonos hermanos de sangre!
Observé la amenazadora hoja de la navaja y lo siguiente que recuerdo es abrir los ojos y ver la cara de Judit por encima de la mía. Mi cabeza se apoyaba sobre su mullido regazo y me acariciaba el pelo mientras esperaba, con toda la paciencia del mundo, a que me reanimara.
El doctor Alfonsín diagnosticó un extraño caso de Hemofobia, muy probablemente, debido a mi inclinación a las fobias que empiecen por eme, tendiente a mezclarse con Metalofobia. "Porque, en realidad", según sus propias palabras, "el paciente jamás llegó a ver la sangre, sino una proyección mental de la misma sobre la hoja metálica de la navaja. Lo que podría darse en llamar con una mezcla de ambos términos como Metalohemofobia, vocablo que se ajusta a la perfección al patrón multifóbico del paciente... etc."
El doctor Alfonsín... un crack.

Pág. 89: sobre los cuernos del reverendo
Entonces me topo con los ojos aterrados del reverendo. No me había dado cuenta de que fuera tan tarde como para que Stevenson hubiera terminado con su sesión de jogging sobre la reverenda de las buenas tetas.
-¿Qué hace usted aquí? -dice.
Intenta deducir, en los gestos de su mujer, si he soltado la bomba que llevo dentro.
-Lo mismo que el otro día, reverendo. Busco a Judit.
-Desapareció después de lo del Pink Drink. Creí que se había largado con usted. Sin embargo, veo que los rumores de dónde se ha alojado durante este tiempo parecen ciertos.
A pesar de que lo tengo cogido por los huevos, no puede evitar el reproche.
¡La pureza ante todo!
Y, dónde va a parar, siempre es más puro que contemplen tus nalgas desnudas e indignas las bucólicas hojas de un árbol del bosque a que lo hagan decenas de espejos en la Suite Romántica de un lupanar. Se trata del mismo culo patético; lo que cambia es quién mira.
La viga en el ojo...
-¿Cómo es que ves la paja en el ojo de tu hermano, y no adviertes la viga en el tuyo? San Mateo.
El reverendo Stevenson se queda boquiabierto, sonrojado hasta las orejas mientras Maggie sonríe benévola y sacude la cabeza. Creo que ni siquiera se había planteado que pudiera conocer la Biblia.
-Mi marido, señor mío -dice-, tiene el ojo limpio como un manantial.
Sí... como un manantial de mierda, pienso.
Pero guardo silencio.



Pág. 95: Kanamara Matsuri, el falo santo, el dios de la fertilidad
La gente comienza a apelotonarse en la acera de una calle, todos miran en una dirección, como si esperaran a un desfile.
... veo a una joven japonesa - o china, o coreana, no sé - que camina por el centro de la calle, chupando un pirulí con la forma perfecta de un pene erecto.
... Las voces que la preceden, las voces que la portan, las voces que la siguen con devoción, crecen a ritmo de paso de Semana Santa. Se puede percibir el soniquete. Algo así como Kanamara Matsuri. La gente a mi alrededor inicia un movimiento pendular que intenta seguir el ritmo de la cantinela. Cientos de ojos rasgados esperan, algunos occidentales, también. Por el centro de la calle, una mujer enorme, casi esférica, y pelo lacio de rata grasienta, chupetea otro pirulí que sería la envidia del más dotado de los actores porno el ejercicio.
... Por fin puedo divisar la carroza. Unos quince costaleros pasean el trono.
Me froto los ojos. Vuelvo a mirar. Compruebo que no me he equivocado: se trata de un enorme... ¡falo erecto! Un miembro de dos metros moviéndose arriba y abajo, al ritmo monótono que marca la música de los sonrientes costaleros. Sólo se escucha el Kanamara Matsuri de la gente.
... Todos gritan sonrientes y fervorosos Kanamara Matsuri. Todos desean aproximarse al falo santo. Kanamari Matsuri. Todos vitorean al dios de la fertilidad. Kanamara Matsuri. Kanamara Matsuri...



Pág. 98: de cómo ven los japoneses a Kanamara Matsuri

Es gratis, dice. Fiestas comunidad Japón. Sintoístas, dice.

Hace tres años japoneses emigrantes fundamos templo. Es bueno traer religión.

Pág. 100: contar su fobia a un monje

El tipo tiene un don. Su mirada y su sonrisa son limpias; atraen.

De repente, me descubro a mí mismo explicándole cuál es el motivo por el que no deseo, no puedo, entrar en un templo donde se adora a un gran falo erecto. Me observa atento. Ni siquiera ha esbozado esa media sonrisa socarrona que se le dibuja en la cara a casi todo el mundo cuando conocen mi fobia principal.

Pág. 135: engañado por su siquiatra
Mi madre jamás me había mirado con esos ojos tan tristes, tan culpables, tan ansiosos de indulgencia. La Voz de Albacete publicaba en primera página la detención de Fernando Fanjul, asturiano; que se hacía pasar por Alfonsín Baldini, doctor en siquiatría por la universidad de Buenos Aires. Todos los diplomas que admiré durante años, ese acento que me envolvía y me adormecía, esa seguridad que sentía en su diván, esa convicción en mis problemas con las fobias que empiezan por eme...
Todo falso.
Cuando mi padre volvió de la tienda, mi madre seguía llorando en el salón. Supongo que ella esperaba un ya te lo dije, un si me hubieras hecho caso, un no digas que no te lo advertí. Mi padre jamás creyó en mi terapeuta, ni en todas aquellas zarandajas. Sin embargo, después de leer la noticia, sólo apretó los labios y, sin pronunciar una palabra, abrazó a mi madre y luego a mí. Me acarició el pelo de arriba abajo, dándome a entender, sin abrir la boca, que todo se solucionaría.
Según los especialistas que revisaron a cada uno de sus pacientes, el doctor Alfonsín hizo un buen trabajo conmigo. Un buen trabajo para sus intereses, se entiende. Enredó tanto las hebras de mi cerebro que se aseguró de que pasaría el resto de mis días necesitándole. Los médicos de verdad trataron de deshacer los nudos. Aunque los despejaron bastante, se trataba de una tarea demasiado complicada como para conseguirlo por completo. Aquella estafa supuso un buen puñado de billetes de mil a mis padres, y un sinfín de manías y miedos para mí. ¿Entonces soy falófobo?, pregunté al nuevo doctor. En realidad, dijo, nunca lo sabremos. Lo cierto es que se trata de un miedo que intentaremos ayudarte a superar, dijo.
Médicos...
El tequila y Nicole resultaron mucho más efectivos.

Pág. 142: dejar de ser virgen sin serlo
Aquella noche, me despertó la imagen semidesnuda de Nicole robándole resplandor al sol en la terraza del Pink Drink. Evoqué la suntuosidad de los bosques ocres, dos hamacas al sol; un millón de ardientes geiseres de tequila y Sprite encendiendo mi ánimo y abonando mi valor; una habitación inundada de reflejos amantes. Todo aquello se apoderó de mi memoria al mismo tiempo, irrumpió en mi cerebro sin pedir permiso, sin prevenirme, sin darme tiempo a levantar las defensas. Alarmado, me abalancé sobre el chorro de agua fría antes de que mi histeria despertara a todo el motel. Al llegar al baño, antes de abrir el grifo, me descubrí en el espejo. El reflejo y yo nos clavamos las miradas. No percibí angustia en él, ni miedo... ni siquiera unos ligeros temblores. Bajé los ojos y comprobé que el recuerdo de Nicole continuaba vivo bajo la tela de mi pantalón. Mi corazón quiso saltar. Tragué saliva. Todo mi cuerpo continuaba paralizado.
Sin embargo, no me vi obligado a pensar en conductos de aguas fecales, ni en batidos de huevos putrefactos, ni en gargajos espumosos y espesos...
Todo seguía tranquilo en mi interior.
Volví a cruzar la vista con la del reflejo; él esbozó un principio de sonrisa. Los dos dirigimos nuestra mano a la cintura del pantalón con la precaución de quien alimenta a una fiera. Despacio, comenzamos a deslizar la prenda que cubría nuestros miedos hacia abajo y, pronto, sorteamos lo que tanto nos atemorizaba sortear...
Cada uno observábamos el recuerdo onírico de Nicole activo en el cuerpo del otro. Invadidos por la curiosidad, observando algo que no habíamos podido contemplar antes, sorprendidos ante su reacción al roce de unos dedos también fisgones.
Sonreí a mi reflejo, él me sonrió a mí.
Experimenté el placer de la caricia sin pánico; la placidez de la autoternura; la paz que proporcionaba sentirme, al fin, completo; un todo en cuya desnudez no sobraba un solo milímetro de piel. La confianza de verme, tocarme y aceptarme. La felicidad de no rechazarme...
Puede que sea la única persona en el mundo que ha dejado de ser virgen sin serlo, a los cuarenta y cuatro años, a solas, en algún lugar indeterminado de Oklahoma City.
Pero es cierto que aquella fue la primera noche en que de verdad lo sentí.

Pág. 144: fobias que ya no tiene el protagonista
Motorfobia: Persistente, anormal e injustificado miedo a los automóviles. Empieza por eme. Yo conduzco el viejo Pontiac Bonneville de Juan Alberto.
Metiofobia: Persistente, anormal e injustificado miedo al alcohol... Empieza por eme. Gracias al tequila conocí de verdad a Nicole.
Melofobia: Persistente, anormal e injustificado miedo a la música. Empieza por eme. Escuchando a Eric Clapton he podido descubrir que mi padre, al final, sí que halló su norte...
Mitofobia: Persistente, anormal e injustificado miedo a las mentiras, los mitos, los cuentos, o las falsas afirmaciones. Me he pasado la vida confiando más en las mentiras de un farsante que en los médicos de verdad...

Pág. 153-154: superando la falofobia
De vez en cuando, me detengo a observar a los bañistas. Viejos, maduros, jóvenes. Algunas parejas disfrutan de tanta vida que tienen alrededor, de sus cuerpos jóvenes y hambrientos. Los miro y sonrío. Envidio un poco la manera en la que gozan de su juventud, ésa en la que yo no pude hacerlo. Pero me siento feliz al descubrirlos escondidos tras alguna duna, devorando sus pocos años con avidez.
Y no pienso en grasa de automoción, ni en charcos de gasolina sucia, ni en olor de neumáticos quemados...
Ni siquiera recuerdo al doctor Alfonsín, ya no lo necesito y, a veces, mi risa delata mi presencia cerca de los amantes.
Algunos me toman por un mirón, otros se cubren y disimulan avergonzados. No se imaginan que me proporcionan una felicidad muy distinta a la del goce de su sexo.

Pág. 155: buscar el norte, búsqueda o meta?
No había querido reconocerlo ante mí mismo, pero, en el fondo, me planteaba si Judit, de verdad, era el norte que buscaba, si no lo habría sido más la búsqueda que la meta.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Nadal ... poemes

1.- Miquel Martí i Pol

Potser Nadal és que tothom es digui
a si mateix i en veu molt baixa el nom
de cada cosa, mastegant els mots
amb molta cura, per tal de percebre'n
tot el sabor, tota la consistència.
Potser és reposar els ulls en els objectes
quotidians, per descobrir amb sorpresa
que ni sabem com són de tant mirar-los.
Potser és un sentiment, una tendresa
que s'empara de tot; potser un somriure
inesperat en una cantonada.
I potser és tot això i, a més, la força
per reprendre el camí de cada dia
quan el misteri s'ha esvanit, i tot
torna a ser trist, i llunyà, i difícil.


2.- Carme Meix

Qui pot anar a Betlem?
Les rutes que ens hi emmenen
són tan estretes!
L'estrella brilla encara
però els llums de Nadal
-quincalla i coloraines-
n'apaguen l'esplendor.

Haurem de tancar els ulls
i tornar-nos infants
per creure en meravelles.

Avui, Jesús, et veig
no a la cova ni al món
indiferent que gira,
ni potser en la fredor
d'alguna església buida
d'amor i d'escalfor,
sinó als ulls del meu nét
tan petits i tan dolços
que em canten l'al·leluia!

3.- Una felicitación de Alejandra


Te deseo la conciencia suficientemente despierta
para que sepas discernir entre
lo que realmente necesitas para ser feliz
y sus posibles sucedáneos.

Así no pierdes el tiempo en conseguir lo que te sobra
y
lo aprovechas para vivir la felicidad
y disfrutar de tu libertad.


Felices fiestas!

viernes, 24 de diciembre de 2010

Recommandation: Katherine Pancol

Trilogie: 1.- Les yeux jaunes des crocodiles 2.- La valse lente des tortues 3.- Les écureuils du Central Park sont tristes le lundi Auteure: Katherine Pancol

lunes, 20 de diciembre de 2010

Fernando Clemot, El golfo de los poetas

Ediciones Barataria, S.I. 2009

Una novela que leí en febrero de 2010. Recomendada por el psicoanalista Jacques Nassif, que la mandó leer en su grupo de estudio. Estremecedora, escalofriante: la descripción del protagonista-narrador me dejó bastante aturdida, pero sobre todo, me quedé muy impresionada por la narración del descenso en los infiernos del alcoholismo!!!!


Fernando Clemot, escritor y editor, nació en Barcelona en 1970. Su trayectoria literaria se ha centrado hasta ahora en el relato corto. Ha editado, junto a Klaus Zilles, la antología En la frontera: I migliori racconti della letteratura chicana (Gran Vía Edizioni, Milán, 2008) y es autor del libro de cuentos Estancos del Chiado (Paralelo Sur Ediciones, 2009). Con sus relatos ha obtenido una veintena de premios, como el Julio Cortázar del Instituto Cubano del Libro en 2006, el Ciudad de Cádiz en 2006 y el Premio Internacional de la UNED en 2003. Algunos de sus cuentos premiados han sido publicados en antologías.
Colabora también en revistas literarias como Quimera, Barcarola, Literaturas, Paralelo Sur, La Jiribilla, El Otro Mensual, y La Siega.
El golfo de los Poetas, su primera novela, ha sido finalista de los premios Ateneo de Sevilla y Ciudad de Logroño en 2008.

Jordi Gol Corzo:
En El golfo de los Poetas discurren en paralelo dos ejes temáticos: la memoria y el absurdo existencial. El protagonista y narrador, Leo Carver, es una figura lúcida que se enfrenta al mundo desde una actitud trágica, a través del exceso alcohólico, sexual y social, aun sabiendo que su lucha contra el vacío está condenada al fracaso. Buscando algo que dé sentido a su vida, se embarca en un viaje en busca de la memoria perdida: los indicios para esclarecer la muerte de una joven poeta a la que amó treinta años antes. Incapaz de retener sus recuerdos recientes, se obliga a apuntar todo en un diario para intentar reconstruir los momentos fundamentales de su trayectoria vital a través del contacto con lugares y personajes del pasado. Pero su visión deformada de la realidad se interpone constantemente y engendra una historia distinta, una realidad subjetiva que se impone a la objetiva, creando un escenario paralelo, más real si cabe, en la torturada mente de Leo Carver. Un personaje cuya talla moral no está en sus obras ni en sus actos (que más bien resultan amorales), sino en su capacidad de rebelión ante lo absurdo.
Clemot narra con un estilo personal de una coherencia impecable, con hallazgos tan fascinantes como los "conceptos-bisagra" (una idea abre las puertas a otras nuevas) y con un fino manejo de la ironía que alcanza todo su esplendor en la última parte de la novela.



Algunos apuntes tomados a lo largo de la lectura:


Pág. 22: sobre el protagonista-narrador
Después vino yo, el primogénito, rabioso del hambre, el conferenciante de la voz ampulosa años después; don León Carver, el gran escritor, el que firmaba dedicatorias a las estudiantes antes de llevarlas al hotel. León Carver, el juerguista de la cara hinchada, el borracho de la tarjeta de crédito, todos habían sido antes aquel niño timorato de pueblo, todos pasaron miedo y se mearon en aquella cama de recortes de lana... Don Leo, el rey de la tarjeta oro, León, el del loco compás, vermú por la mañana, coñac a mediodía y whisky por la tarde, don Leo, el papito, el rajá generoso de las bañeras redondas, el amigo de los camellos y las putas es también hijo y nieto del hambre, es un fraude sin pedigrí, en mi sangre no bate la estirpe de triunfador, soy un sin raza, un mil leches, un descastado que acaba ladrando su desgracia contra la reja, hijo y nieto de caberos, de mendigos como aquel desgraciado que dormía entre mierda y humedades, yo podía ser aquel que se refugiaba como un perro bajo las tuberías, lo podía ser, aunque ahora veraneara en villas de Toscana.

Pág. 46: un abrazo
Abracé a Rocío como lo hice entonces con Val...
Hipabas, Rocío, hipabas como Val y pasaste del puño cerrado al abrazo, el contacto con otra piel deshace la rabia como la cera, el dolor traspasa los cuerpos, fluye y se reparte hasta alcanzar la misma altura en los dos, es la ley de los vasos comunicantes llevada al ser humano, la ley que lo iguala todo, la ira, la rabia y la envidia, todo equilibrado en nuestros cuerpos cogidos, se deshace el gesto más contraído en el abrazo como el lacre frente a la llama.

Pág. 47: los labios
Nos dimos un beso muy tímido, apenas juntamos los labios y los separamos con premura, como si ardieran, los tenías secos como el esparto, abiertos de sal. Echaste dos tientos cortos al agua que te había pasado Mery; se debieron calmar tus labios, el agua alivia la irritación. Se hinchan los labios al contacto con el agua como si fueran dos sanguijuelas y crece más su apetito, mudan con el agua y son entonces dos larvas rojas hambrientas de saliva y carne. No existen miembros más carnales que los labios, criaturas salvajes más cercanas a la bestia que al dios que creemos llevar dentro, son flores delicadas también, humedales que se alimentan de agua y de sal, de esperma y de orina.

Pág. 85: hacerse adultos y perder la curiosidad
Puede que la primera señal de que nos hemos hecho adultos es la pérdida de la curiosidad, entendemos que quizá no vale la pena conocerlo todo, vemos lo frágil de nuestro entorno y entonces nos volvemos cautos y de ahí nace la desconfianza y luego el escepticismo y entonces el cuerpo se endurece.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Juan José Millás, El infierno

Un artículo que leyó Raquel y que me reenvió por correo electrónico el 26.11.10

*El infierno

*Estábamos enterrando a un amigo cuando un teléfono móvil interrumpió la
grave ceremonia. Tras un breve intercambio de miradas reprobatorias,
comprendimos que el ruido procedía del cadáver, cuyo féretro había sido
abierto para que el finado recibiera su último adiós. La viuda, después de
unos segundos de suspensión, se inclinó sobre el muerto y le sacó el
teléfono de uno de sus bolsillos de la chaqueta. “Diga”, pronunció
dolorosamente. No sabemos qué escuchó al otro lado, pero la vimos palidecer;
en seguida gritó: “Fernando falleció ayer y usted es una zorra que ha
destruido nuestro hogar”. Dicho esto, interrumpió la comunicación y devolvió
el artefacto a su lugar.
Al abandonar el cementerio supe por alguien de la familia que había sido
deseo del propio Fernando ser enterrado con su móvil, lo que, constituyendo
una excentricidad perfectamente afín a su carácter, me devolvía la imagen
menos grata y oscura de quien sin duda había sido una de las referencias más
importantes de mi vida. Como es costumbre, me dirigí en compañía de los
íntimos a casa de la viuda para darle consuelo. Ella nos ofreció un café que
estábamos saboreando mientras hablábamos de cosas intrascendentes, cuando
sonó el teléfono. Tras unos instantes de terror, los presentes alcanzamos un
acuerdo tácito: nadie había oído nada, ningún sonido de ultratumba se había
colado en aquella reunión de amigos. Después de diez o doce llamadas, el
aparato enmudeció y la propia viuda se levantó a descolgarlo. “No estoy para
pésames”, dijo.
Aquella noche, a la hora en la que los insomnes suelen descabezar un sueño,
me levanté, fui al teléfono y marqué el número del móvil de Fernando. Lo
cogieron al primer pitido, pero colgué antes de escuchar ninguna voz. Sólo
quería comprobar que el infierno existía.

*Juan José Millás, *en *El País*, 29-9-1995

lunes, 13 de diciembre de 2010

Khaled Hosseini, El caçador d'estels

Khaled Hosseini va néixer a Kabul, Afganistan, l'any 1965 (com jo). Quan tenia onze anys, la seva família es va traslladar temporalment a París, però el cop d'estat comunista i la invasió soviètica a l'Afganistan els van forçar a demanar asil polític als Estats Units. A Califòrnia, es va graduar en biologia i medicina, al mateix temps que va iniciar-se en la literatura. En 2003 va publicar la seva primera novel·la, El caçador d'estels, i, després d'un èxit espectacular, el 2007 la va seguir Mil sols esplèndids. Juntes han venut més de quinze millions d'exemplars. Actualment, Khaled Hosseini col·labora amb l'Agència de Refugiats de les Nacions Unides (USHCR) i està treballant en una nova novel·la.


EL CAÇADOR D'ESTELS (col·lecció DEBOLSILLO) - La traducció és de Marta Salvadó
Aquí van uns quants paràgrafs que m'han emocionat.

Pàg. 44: monarquia i cop d'estat
No estaven caçant ànecs. Segons vam saber després, no van caçar gairebé res, aquella nit del 17 de juliol de 1973. Quan Kabul es va despertar el matí següent es va trobar que la monarquia era cosa del passat. El rei Xahir Xah se n'havia anat a Itàlia. En la seva absència, el seu cosí, Daüd Khan, havia posat fi a un regnat de quaranta anys amb un cop d'estat incruent.



Pàg. 50: la vida continua igual
Durant els dos anys següents, les paraules desenvolupament econòmic i reforma ballaven als llavis de molta gent a Kabul. La monarquia constitucional s'havia abolit i havia estat substituïda per una república encapçalada per un president. Durant un quant temps, un sentiment de rejoveniment i renovació va recórrer el país. La gent parlava dels drets de les dones i de la tecnologia moderna.

I en gairebé tots els aspectes, encara que el nou líder visqués a Arg -el palau reial de Kabul-, la vida continuava com abans. La gent treballava de dissabte a dijous i, el divendres, anava als parcs, als bancs del llac Ghargha, als jardins de Pagham. Autobusos multicolors i camions plens de gent rodaven pels carrers estrets de Kabul, conduïts pels crits constants dels ajudants dels conductors que es col·locaven a cavall dels para-xocs del darrere del vehicle i donaven direccions al xofer amb aquell accent kabulès tan tancat. Durant l'eid, els tres dies de celebració després del mes sagrat del Ramadà, els kabulesos es posaven els millors vestits que tenien i visitaven la família. La gent s'abraçava i es besava i es felicitaven els uns als altres amb la frase Eid mubarak, feliç eid. Els nens obrien regals i jugaven amb ous durs tenyits de colors.



Pàg. 58: els afganesos són gent independent
En Hassan i jo ens vam mirar. Ens vam pixar de riure. El nen indi aviat aprendria el que els britànics havien après a començament de segle, i el que els russos aprendrien al final de la dècada dels vuitanta, que els afganesos som gent independent. Els afganesos aprecien les tradicions, però avorreixen les lleis. I això mateix passava a les lluites d'estels. Les regles eren simples: no hi ha regles. Fes volar el teu estel. Talla els adversaris. Bona sort.


... i sobre lleis, normes i costums - la caça d'estels
...La cacera era força ferotge; una multitud de caçadors d'estels envaïen els carrers i s'obrien pas a empentes com aquella mena de gent d'Espanya , sobre la qual vaig llegir un cop, que corrien davant dels toros. Un any, un nen del veïnat va pujar dalt d'un pi per agafar un estel. Una branca va cedir sota el seu pes i va caure des de nou metres d'altura. Es va trencar l'esquena i no va tornar a caminar mai més. Però va caure amb l'estel a les mans. I quan un caçador d'estels atrapava un estel, ningú no l'hi podia prendre. No era una norma, era un costum.



Pàg. 63-64: sobre els iranians
Per a molts hazares, l'Iran representava una mena de santuari. Suposo que això es devia al fet que, com els hazares, molts iranians eren musulmans xiïtes. Però vaig recordar una cosa que el meu professor ens havia dit aquell estiu sobre els iranians: deia que eren uns oradors hàbils que no perdien el somriure i et donaven copets a l'esquena amb una mà mentre et pispaven la cartera amb l'altra. Ho vaig explicar al baba i em va dir que el meu professor era un d'aquells afganesos envejosos. Envejosos perquè l'Iran guanyava poder a Àsia i perquè molta gent del món no sabia ni trobar l'Afganistan en un mapa. "És dur, dir això", va fer arronsant les espatlles, "però és millor encarar la veritat que conformar-se amb una mentida".



Pàg. 127: un pensament afgà sobre els homes de debò al món
El baba m'explicava les seves teories polítiques mentre passejàvem i me'n feia unes dissertacions llarguíssimes.
-Només hi ha tres països amb homes de debò en aquest món, Amir -deia. I els comptava amb els dits de la mà: Amèrica, els salvadors fanfarrons, Anglaterra i Israel-. La resta -feia un gest de rebuig amb la mà i un pfffff- són com velles xafarderes.
El fet d'incloure Israel a la llista aixecava la ira entre els afganesos que vivien a Fremont. L'acusaven de ser projueu i antiislàmic de facto. El baba s'hi reunia per prendre el te i pastís de cardamom al parc, i els feia tornar bojos amb les seves teories.
-El que ells no entenen -em va dir un dia- és que la religió no hi té res a veure.
Des del punt de vista del baba, Israel era una illa d'"homes de debò" en un mar d'àrabs massa enfeinats a treure profit del seu petroli per cuidar-se d'ells mateixos.
-Israel fa això, Israel fa allò -deia el baba en to de burla escarnint l'accent àrab-. Doncs fes-hi alguna cosa! Passa a l'acció. Sou àrabs, oi? Doncs ajudeu els palestins!



Pàg. 163: el buit que deixarà la mort del pare
Es va mullar els cabells i se'ls va pentinar cap enrere. El vaig ajudar a posar-se una camisa blanca neta i li vaig fer el nus de la corbata. Em vaig adonar de l'espai que sobrava entre el coll de la camisa i el seu. Vaig pensar en tots els espais buits que el baba deixaria enrere quan ja no hi fos, i això em va fer pensar en una altra cosa. No se n'havia anat. No encara. I aquell era un dia de bons pensaments.



Pàg. 186: sobre l'adopció
Ara el general seia al seu costat.
-Batxem, això de l'adopció... no crec que això sigui per a nosaltres, els afganesos. -La Soraia em va mirar cansada i va sospirar-. Per una cosa: els nens creixen i volen saber qui són els seus pares de veritat -va dir-. No en tenen la culpa. De vegades, marxen de la llar que els ho ha donat tot per buscar-los, per trobar les persones que els van donar la vida. La sang és poderosa, batxem, no ho oblidis mai.
-No en vull parlar més, d'aquest tema -va dir la Soraia.
-I et diré una altra cosa -va insistir el general. Em va semblar que s'accelerava i que estàvem a punt de sentir un dels seus discursos-. Pensa en l'Amir, per exemple. Tots coneixíem el seu pare, i jo sé qui va ser el seu avi a Kabul i el seu besavi també. Podria fer-te un arbre genealògic amb els seus antecessors, si m'ho demanessis. I per això, quan el seu pare (que Déu li doni pau) va venir a fer el khastegari, no ho vaig dubtar. I, creu-me, el seu pare mai no s'hauria avingut a demanar la teva mà si no hagués sabut de quina família venies. La sang és una cosa molt poderosa, batxem, i quan adoptes, no saps quina sang estàs portant a casa. Si fossis americana, això no importaria. La gent es casa per amor, el cognom i els avantpassats no hi tenen res a veure. I adopten, i mentre el nin tingui salut, tothom està content. Però nosaltres som afganesos, batxem.

Pàg. 268-269: sobre els talibans
Va fer petar els dits. El guàrdia més jove li va encendre un cigarret. El talibà va fer una rialla. Va murmurar alguna cosa. Les mans li tremolaven i de poc tira el cigarret a terra.
-Però, per a espectacle de debò, hauries d'haver estat amb mi a Mazar, el 1998.
-Com diu?
-Els vam deixar fets menjar per a gossos.
De seguida vaig entendre on volia anar a parar.
Es va aixecar, va caminar al voltant del sofà, una volta, dues... Va tornar a seure. Parlava amb rapidesa.
-De porta a porta, vam anar. Buscàvem els homes i els nens. Els disparàvem allà mateix, davant de les seves famílies, perquè ho veiessin. Perquè recordessin qui eren i quin era el seu lloc. -Me'n va fer una descripció gairebé fotogràfica-. De vegades tiràvem la porta a terra i entràvem a casa seva. I... i jo... jo buidava el carregador de la meva automàtica fent una passada per tota l'habitació. Un tret darrere l'altre fins que el fum m'encegava. -Es va inclinar cap a mi, com si estigués a punt de confessar un gran secret-. No coneixes el significat real de la paraula alliberació fins que no has fet això: plantar-te en una habitació plena d'objectius, deixar que les bales volin, lliure de culpa i remordiment, sabent que ets virtuós, bo i decent. Sabent que estàs duent a terme l'obra de Déu. És una cosa que et deixa sense alè. -Llavors va besar el rosari i va inclinar el cap-. Te'n recordes, Javid?

Pàg. 306:
"Hi ha molts infants a l'Afganistan, però molt poca infantesa".

Pàg. 328: com els nens superen el terror
Com li ho podia prometre? El vaig estrènyer contra mi, el vaig abraçar ben fort i el vaig bressolar endavant i endarrere. Ell va plorar a la meva camisa fins que les llàgrimes es van assecar, fins que el tremolor es va aturar i els precs desesperats van minvar fins a convertir-se en murmuris indesxifrables. Vaig esperar, el vaig bressolar fins que la respiració se li va alentir i el cos se li va relaxar. Vaig recordar una cosa que havia llegit en algun lloc feia molt de temps: "Així és com els nens superen el terror: es queden adormits".

viernes, 3 de diciembre de 2010

Àngel Crespo, poema

Me ha gustado mucho el poema que nos ha enviado Rodolf hoy. Rodolf Gimeno es un compañero traductor de la asociación APTIC que ha cogido la costumbre de enviar cada viernes un poema a la lista de difusión de la asociación. El de hoy es de Àngel Crespo.


Los pequeños detalles de la casa:
el hilo en el tapete abandonado,
la cerilla en el suelo,
la ceniza,
que pone en la baldosa su frágil contextura,
la uñita del pequeño recortada
al lado del zapato,
ponen gusto en los ojos que sin dar importancia
coleccionan imágenes de objetos que no sirven.

Se ama más a la madre por el hilo,
se acuerda uno del padre
por la cerilla y la ceniza,
y del niño por la uña del zapato.

Los pequeños objetos que se barren,
que ya nadie recoge,
sumamente importantes, nos recuerdan
los pequeños disgustos de la vida
y los pobres placeres tan pequeños.

Àngel Crespo