lunes, 20 de diciembre de 2010

Fernando Clemot, El golfo de los poetas

Ediciones Barataria, S.I. 2009

Una novela que leí en febrero de 2010. Recomendada por el psicoanalista Jacques Nassif, que la mandó leer en su grupo de estudio. Estremecedora, escalofriante: la descripción del protagonista-narrador me dejó bastante aturdida, pero sobre todo, me quedé muy impresionada por la narración del descenso en los infiernos del alcoholismo!!!!


Fernando Clemot, escritor y editor, nació en Barcelona en 1970. Su trayectoria literaria se ha centrado hasta ahora en el relato corto. Ha editado, junto a Klaus Zilles, la antología En la frontera: I migliori racconti della letteratura chicana (Gran Vía Edizioni, Milán, 2008) y es autor del libro de cuentos Estancos del Chiado (Paralelo Sur Ediciones, 2009). Con sus relatos ha obtenido una veintena de premios, como el Julio Cortázar del Instituto Cubano del Libro en 2006, el Ciudad de Cádiz en 2006 y el Premio Internacional de la UNED en 2003. Algunos de sus cuentos premiados han sido publicados en antologías.
Colabora también en revistas literarias como Quimera, Barcarola, Literaturas, Paralelo Sur, La Jiribilla, El Otro Mensual, y La Siega.
El golfo de los Poetas, su primera novela, ha sido finalista de los premios Ateneo de Sevilla y Ciudad de Logroño en 2008.

Jordi Gol Corzo:
En El golfo de los Poetas discurren en paralelo dos ejes temáticos: la memoria y el absurdo existencial. El protagonista y narrador, Leo Carver, es una figura lúcida que se enfrenta al mundo desde una actitud trágica, a través del exceso alcohólico, sexual y social, aun sabiendo que su lucha contra el vacío está condenada al fracaso. Buscando algo que dé sentido a su vida, se embarca en un viaje en busca de la memoria perdida: los indicios para esclarecer la muerte de una joven poeta a la que amó treinta años antes. Incapaz de retener sus recuerdos recientes, se obliga a apuntar todo en un diario para intentar reconstruir los momentos fundamentales de su trayectoria vital a través del contacto con lugares y personajes del pasado. Pero su visión deformada de la realidad se interpone constantemente y engendra una historia distinta, una realidad subjetiva que se impone a la objetiva, creando un escenario paralelo, más real si cabe, en la torturada mente de Leo Carver. Un personaje cuya talla moral no está en sus obras ni en sus actos (que más bien resultan amorales), sino en su capacidad de rebelión ante lo absurdo.
Clemot narra con un estilo personal de una coherencia impecable, con hallazgos tan fascinantes como los "conceptos-bisagra" (una idea abre las puertas a otras nuevas) y con un fino manejo de la ironía que alcanza todo su esplendor en la última parte de la novela.



Algunos apuntes tomados a lo largo de la lectura:


Pág. 22: sobre el protagonista-narrador
Después vino yo, el primogénito, rabioso del hambre, el conferenciante de la voz ampulosa años después; don León Carver, el gran escritor, el que firmaba dedicatorias a las estudiantes antes de llevarlas al hotel. León Carver, el juerguista de la cara hinchada, el borracho de la tarjeta de crédito, todos habían sido antes aquel niño timorato de pueblo, todos pasaron miedo y se mearon en aquella cama de recortes de lana... Don Leo, el rey de la tarjeta oro, León, el del loco compás, vermú por la mañana, coñac a mediodía y whisky por la tarde, don Leo, el papito, el rajá generoso de las bañeras redondas, el amigo de los camellos y las putas es también hijo y nieto del hambre, es un fraude sin pedigrí, en mi sangre no bate la estirpe de triunfador, soy un sin raza, un mil leches, un descastado que acaba ladrando su desgracia contra la reja, hijo y nieto de caberos, de mendigos como aquel desgraciado que dormía entre mierda y humedades, yo podía ser aquel que se refugiaba como un perro bajo las tuberías, lo podía ser, aunque ahora veraneara en villas de Toscana.

Pág. 46: un abrazo
Abracé a Rocío como lo hice entonces con Val...
Hipabas, Rocío, hipabas como Val y pasaste del puño cerrado al abrazo, el contacto con otra piel deshace la rabia como la cera, el dolor traspasa los cuerpos, fluye y se reparte hasta alcanzar la misma altura en los dos, es la ley de los vasos comunicantes llevada al ser humano, la ley que lo iguala todo, la ira, la rabia y la envidia, todo equilibrado en nuestros cuerpos cogidos, se deshace el gesto más contraído en el abrazo como el lacre frente a la llama.

Pág. 47: los labios
Nos dimos un beso muy tímido, apenas juntamos los labios y los separamos con premura, como si ardieran, los tenías secos como el esparto, abiertos de sal. Echaste dos tientos cortos al agua que te había pasado Mery; se debieron calmar tus labios, el agua alivia la irritación. Se hinchan los labios al contacto con el agua como si fueran dos sanguijuelas y crece más su apetito, mudan con el agua y son entonces dos larvas rojas hambrientas de saliva y carne. No existen miembros más carnales que los labios, criaturas salvajes más cercanas a la bestia que al dios que creemos llevar dentro, son flores delicadas también, humedales que se alimentan de agua y de sal, de esperma y de orina.

Pág. 85: hacerse adultos y perder la curiosidad
Puede que la primera señal de que nos hemos hecho adultos es la pérdida de la curiosidad, entendemos que quizá no vale la pena conocerlo todo, vemos lo frágil de nuestro entorno y entonces nos volvemos cautos y de ahí nace la desconfianza y luego el escepticismo y entonces el cuerpo se endurece.

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