miércoles, 6 de julio de 2011

Federico Moccia, Perdona si te llamo amor

Federico Moccia (Roma, 1963) ha trabajado como escenógrafo y guionista de televisión. Su primera novela, A tres metros sobre el cielo, fue rechazada por todas las editoriales a las que la mandó, por lo que Moccia decidió publicarla por su cuenta, y tuvo un éxito tan clamoroso que pronto fue contratada por una gran editorial, que apostó por el autor y lo catapultó a la fama.
Moccia es el autor de A tres metros sobre el cielo, Tengo ganas de ti y Perdona si te llamo amor.
De todas ellas, se ha hecho la versión cinematográfica en Italia.

PÁGINA WEB: www.federicomoccia.it

Federico Moccia se ha convertido en el gran fenómeno editorial italiano de los últimos años con más de tres millones de libros vendidos. Su tercera novela, Perdona si te llamo amor, con ventas que superan el millón de ejemplares, ha pasado a ser un verdadero punto de referencia para varias generaciones de nuevos lectores, que se ven reflejados en la autenticidad de su historia.

Niki es una joven madura y responsable que cursa su último año de secundaria. Alessandro es un exitoso publicista de treinta y siete años a quien acaba de dejar su novia de toda la vida. A pesar de los veinte años de diferencia que hay entre ambos y del abismo generacional que los separa, Niki y Alessandro se enamorarán locamente y vivirán una apasionada historia de amor en contra de todas las convenciones y prejuicios sociales.

Una deliciosa novela sobre el poder del amor ambientada en las románticas calles de Roma. Persona si te llamo amor es, además, una involuntaria guía alternativa de esta ciudad. Deseosos de conocer los escenarios de esta love story contemporánea, jóvenes de todo el mundo buscan los consejos que aparecen diseminados por todo el libro para descubrir dónde comer las mejores pizzas o saborear los helados más exquisitos.

www.perdonasitellamoamor.com

Novela leída entre el 19 y el 25 de junio de 2011


Algunas frases recogidas en el perfil de Facebook "Frases de Perdona si te llamo amor"; bien las hubiera podido apuntar yo en la novela porque también me gustan todas.


Aquel motor, el que hace que todo avance hacia delante, el que te hace ver la estupidez, la maldad y tantas otras cosas y muchas más pero en su justa medida. Ese motor que te da fuerza. Que te da motivo para volver a casa, para buscar otro gran éxito, para trabajar, cansarte, esforzarte, para alcanzar la meta final. Fácil. Mágico. Perfecto. Ese motor Amor.

Sólo hay una cosa que tiene el poder de hacer cambiar de vida a una persona: el amor.

Cuando una historia termina, el dolor, normalmente, es proporcional a la belleza del amor vivido. Y entonces, llegan puntuales, a traición, los recuerdos.
Perdona, pero estoy en mar abierto. Tú eres mi faro, no te apagues.

¿Sabes, Alex?, en todos estos meses tú me has llenado de regalos, pero al final te has quedado el más hermoso. Mi cuento de hadas.
Abrazados, enamorados, enroscados como hiedras amorosas que plantan cara al tiempo, a los días, a todo aquello que se llevará el viento.

No han entrado los ladrones. Ha sido ella. Me ha robado la vida, el corazón.

<>
Quería ver cuánto tiempo eras capaz de esperarme.
+Si tenías que llegar un día, te habría esperado toda la vida.


Luna alta en el cielo, pálida, lejana. Luna igual para todos. Luna para ricos, pobres, tristes. Luna para las personas felices. Luna, luna, tú... <> La vieja canción.
Un beso, manos que se entrelazan, ojos que se buscan, esa vez, momento único, que desearías que no acabase, que fuese el inicio de todo, descubrirse vulnerables y frágiles, curiosos y dulces, una explosión.

Asimismo, en Gladiator, Russell Crowe siempre toca las espigas con la mano, cuando siente que le falta el amor de su amada muerta; es el contacto con la tierra, es decir, que la espiga es el amor, ese amor que nace de la tierra y nos da el pan, así cuando encontramos a la persona deseada... el amor nace en nosotros.

-¿Sabes lo que pienso? No sé lo que te habrá pasado, pero tú le tienes miedo al amor.
+¿Miedo al amor yo? Si acaso miedo a encontrarme en una situación como la tuya. Ya no puedes pasar sin ello, te has acostumbrado. En realidad, te gustaría poder pasar, pero te da miedo. ¡Tú eres la que tiene miedo! Y no al amor, sino a no saber estar sola, querida Erica. Se sabe lo que se deja, pero no lo que se encuentra.
Y dos corazones acelerados que no frenan, que están a punto de chocar dulcemente.

Alguien dijo que hay un tiempo para cada cosa. ¿Y ahora? ¿De qué tiempo se trata? ¿Qué más puedo esperar? Es una llamarada súbita. Y hambre. Y deseo. Y ya no entiendo nada. Y miro por la ventana y siento otros olores y el vecino tiene las luces apagadas y ahora es ella quien me empuja, y lo hace con dulzura y me sonríe y me estira las piernas, y se tumba sobre mí.
Vasco. Vasco que envía un mensaje desde su teléfono móvil a las estrellas, quién sabe qué palabras y para quién. Vasco, con esa voz un poco ronca, pero llena de relatos, historias, desilusiones, sueños y amor. Esa misma voz que te ha sugerido que no intentes buscarle un sentido a esta vida. Aunque sólo sea porque esta vida no tiene sentido.

Y un hombre que no la conoce, no la deja sola. Se levanta él también. Se le acerca. Ella le sonríe. Abre los ojos y coge esas manos que la buscan. A lo mejor lo estaba esperando. Quién sabe. Y siguen bailando juntos, pequeños héroes que no sienten vergüenza ante esas notas que hablan de amor. Y se miran a los ojos y sonríen sin malicia, sabedores de que algún día alguien los recordará.

Se toman las manos y sonríen, cómplices de esa espléndida magia, de esa extraña fórmula, de ese código secreto que empieza y termina sin un porqué, sin reglas, como una marea inesperada en una noche de amor sin luna.

<<...Y quisiera una magia que se encendiera por la mañana y no se apagase por la noche. Alguien a quien mirar y a quien decir las cosas que aquí escribo.>>
+¿Y por qué, qué crees tú?
-No tengo ni la más remota idea. Pero creo que aceptamos a los demás en función de nuestro propio nivel de felicidad... Piénsalo bien. Cuando nos sentimos felices, los demás nos caen mejor, y estamos dispuestos a no considerar las diferencias como defectos.

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