Roberto Bolaño, La pista de hielo
Edición ANAGRAMA - Narrativas hispánicas
Novela leída entre finales de mayo e inicios de junio de 2012
EL AUTOR
Roberto Bolaño (1953-2003), nacido en Chile, narrador y poeta, se ha
impuesto como uno de los escritores latinoamericanos imprescindibles de nuestro
tiempo. En Anagrama, se ha publicado sus libros de cuentos Llamadas telefónicas, Putas
asesinas y El gaucho insufrible,
y las novelas La pista de hielo, Estrella distante, Amuleto, Una novelita lumpen, Monsieur
Pain, Nocturno de Chile, Amberes y Los detectives salvajes (Premio Herralde de Novela y Premio Rómulo
Gallegos, ambos por unanimidad): “La gran novela mexicana de su generación,
expresión del desarraigo literario visceral de los latinoamericanos” (J.A.
Masoliver Ródenas, La Vanguardia);
“Un carpetazo histórico y genial a Rayuela
de Cortázar. Una grieta que abre brechas por las que habrán de circular nuevas
corrientes literarias del próximo milenio” (Enrique Vila-Matas); “Una especie
de ebriedad narrativa que nos deja abrumados, sonriendo de obnubilación o de
admiración” (Fabrice Gabriel, Les
Inrockuptibles). Su novela póstuma, 2666,
está considerada unánimemente su obra mayor: “Una gran novela de novelas, sin
duda la mejor de su producción” (Ana María Moix, El País); “Una novela abierta como Los detectives salvajes, inacabable, más que inacabable… Magistral”
(Ignacio Echevarría); “El resultado es magnífico. Lo que aquí se persigue y se
alcanza es la novela total, que ubica
al autor de 2666 en el mismo equipo
de Cervantes, Sterne, Melville, Proust, Musil y Pynchon” (Rodrigo Fresán, Qué Leer). También póstumamente se han
publicado Entre paréntesis, El secreto del mal y La Universidad Desconocida.
RESUMEN
Tres versiones de un crimen van trazándose en esta novela que transcurre en
un anónimo pueblo de la costa española: la de un chileno con pretensiones de
escritor que ha ejercido toda clase de oficios eventuales hasta salir adelante;
la de un mexicano, también poeta y desarraigado, que sobrevive como vigilante
nocturno en un camping, y la de un emprendedor catalán metido a político, capaz
de todo por llamar la atención de una bella y caprichosa patinadora.
Los peores presentimientos de cada protagonista giran en torno a una pista
de hielo construida ilegalmente dentro de una casona abandonada, el antiguo
Palacio Benvingut; todos intuyen que el destino es un puñal que pende sobre sus
cabezas.
La pista de hielo contiene las claves del universo literario de Roberto Bolaño, las voces entrelazadas que anuncian polifonías
posteriores, la clave policíaca,
los amores rotos, las ilusiones perdidas. Aquí están también
su capacidad de observar la realidad e interpretarla de forma singular, su
pulso narrativo o su humor feroz para atrapar al lector desde la primera
página, cualidades que lo han convertido en un escritor de referencia
indispensable en la actualidad.
ALGUNOS APUNTES
Pág. 37:… sobre la mierda
… y conversaban de sus cosas. Básicamente de lo guarros que son los seres
humanos. La mierda, maleable, casi un lenguaje que intentaban vanamente
desenmarañar, se hallaba presente en todas sus sobremesas nocturnas. Por ellas
supe que la gente se cagaba en las duchas, en el suelo, a ambos lados de la
taza del retrete y en el bordillo de ésta, operación de equilibrio preciso, no
exenta de cierto virtuosismo sencillo y profundo. Con mierda escribían en las
puertas y con mierda ensuciaban los lavamanos. Mierda primero cagada y luego
acarreada hacia lugares simbólicos y vistosos: el incendio, la bomba de
incendio, los grifos; mierda amasada y luego pegoteada formando figuras de
animales (jirafas, elefantes, el ratón Mickey), lemas futbolísticos, órganos
del cuerpo (ojos, corazones, penes). El colmo de la indignación, para las
hermanas, era que en el lavabo de mujeres ocurría lo mismo, si bien con menor
incidencia y con algunos detalles significativos que hacían recaer sobre una
persona en particular la autoría de tales excesos. Una “guarra malvada” que
estaban dispuestas a cazar. Para tal fin las hermanas montaron, junto con la
senegalesa, una discreta vigilancia basada en el tenaz y aburrido método del
descarte. Es decir, se fijaban atentamente en quienes hacían uso de los lavabos
e inmediatamente después ellas entraban a verificar el estado en que los habían
dejado. Así descubrieron que las tropelías fecales ocurrían a una cierta hora
de la noche y la principal sospechosa resultó ser una de las dos mujeres que yo
solía ver en la terraza del bar……
Pág. 47-48: antipatía de
Rosquelles
Para un tipo de la calaña de Rosquelles, una observación tal vez algo maliciosa, tal vez un poco malintencionada, podía alimentar
indefinidamente el rencor. En
cualquier caso, su antipatía no se
salió nunca de los límites burocráticos convencionales. Al menos hasta el
verano pasado. Entonces, incomprensiblemente, pareció enloquecer. Su
comportamiento se hizo más extravagante de lo habitual y sus subordinados,
según me contó Lola, sólo deseaban que llegaran las vacaciones. Su xenofobia antisudamericana tenía un
destinatario preciso. Durante muchos días y muchas noches sentí su atareada
sombra a mi alrededor, un frufrú maligno
de cerdo alado, como si esa vez la trampa tuviera visos de ser efectiva.
Pág. 105: sobre los catalanes
Por ella he caído en este pueblo sin piedad, explicaba a quien quisiera
escucharlo, siguiendo a esa veleta llegué una noche de perros, jefe, y ella
muchas noches ni siquiera se queda conmigo. A lo que Carmen respondía que su
independencia era la cosa más preciada y que el Recluta debía aprender de los
catalanes la tolerancia, el civilizado ejercicio de verlas venir con calma. ¿Tú
sabes que hay cosas que no se pueden saber, Recluta?
Pág. 171-172: mientras hacen
el amor…
El amor lo hacía en silencio, pero a medida que se acercaba el clímax se
ponía a hablar. El problema no era que Nuria hablara durante el acto sexual,
sino que siempre se refiriera a lo mismo: el asesinato y el patinaje. Como si
se ahogara. Quizá lo peor no fue que ella hablara de lo mismo, sino que yo
empecé a contagiarme y al cabo de no mucho, en los instantes previos al
orgasmo, ambos nos desatábamos en una serie de confesiones y soliloquios
macabros llenos de gemidos y de planicies heladas y de viejas multiplicadas en
el hielo que sólo con nuestras venidas conseguíamos romper. ¿Qué sentí cuando
vi a la vieja tirada sobre el charco de sangre? ¿Sabía que la hoja de un patín,
de tres milímetros de anchura, podía ser considerada un arma blanca? ¿Qué
impulsó a la vieja a meterse en la pista, huía de su asesino, pensó que su asesino no podría
seguirla hasta allí, quién de los dos resbaló primero? Otras veces la obsesión
era Enric; si Enric la odiaría, si Enric pensaría en ella, si Enric pensaría en
el suicidio, si Enric estaba loco, si Enric había matado a la vieja. Una tarde
me pidió que la sodomizara. Cuando lo estaba haciendo, dijo que a Enric seguramente ya le habrían dado por el culo en
la cárcel.
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