Pablo Tusset, Lo mejor que le
puede pasar a un cruasán
Novela leída en MAYO 2012
"La novela
más interesante y divertida que he leído en los últimos tiempos", Manuel Vázquez Montalbán
Biografía:
Después de varios años tratando de sentar
cabeza, Pablo Tusset (Barcelona, 1965) terminó por dejarlo estar. Hombre
eminentemente de acción, abandonó un confortable futuro como lector para
dedicarse a escribir. Lo mejor que le
puede pasar a un cruasán es su primera novela. Actualmente se esconde de
parientes cercanos y prepara su próximo atentado al buen gusto convencional.
Resumen:
¿Qué pasa cuando Baloo Miralles, treintañero
inadaptado y prostibulario, se topa de bruces con el misterio en un barrio pijo
de Barcelona?
A bordo de un deportivo y con un humor
inteligente y mordaz, Miralles nos conduce por una intrigante trama, salpicada
de borracheras y escarceos, para esclarecer el misterio de la repentina
desaparición de su hermano, presidente de la próspera empresa familiar.
Conoceremos a Gloria, la cuñada alcohólica con veleidades literarias; al
patriarca Miralles, síntesis entre Churchill y Jesús Gil; y a la inefable Fina,
heroína naïf de busto meritorio, habitantes singulares de esta nueva Barcelona
de los prodigios.
El debut literario más sorprendente,
divertido y brillante de las últimas temporadas.
Algunos pasajes apuntados:
Pág. 209: búsqueda avanzada por Internet
A la media hora de enterarme de cosas de las
que no tenía ninguna necesidad de estar enterado pulsé la opción de búsqueda
avanzada. Allí escribí «TEXT:
(("jaume gui8llamet*15" OR "15* jaume guillamet") AND
"barcelona") NEAR ("dir*" OR "address" OR
"mail")» y probé suerte. La
tuve. Aparecieron sólo unos pocos links, como media docena, y eso siempre
anima.
Pág. 227: Hablando del coche
En la calle busqué con la vista a Bagheera en el lugar donde la había
aparcado: allí estaba, agazapada como acostumbra. Le habían puesto propaganda
en el limpia-parabrisas: pidsas, túnel de lavado, plazas de parquin, recurso de
multas… Me molesté en retirarle las legañas de papel, le lancé un beso con la
punta de los dedos y la dejé allí, aseadita y feliz.
Pág. 274: ¡Qué gustito
encontrar una chinita!
Me acerqué a la cabecera de la cama y abrí el cajón de acceso vertical
donde en su día la Beba guardaba mi almohada y mi pijama. Metí el brazo hasta
la axila y hurgué un poco en el rincón: bingo: la cajita del chocolate, un
estuchito de plata, ahora ennegrecido. La abrí y me encontré un librillo de
Esmoquin mediado y una china considerable. Sólo llevaba encima un paquete de
Ducados, pero no iba a ser el primer porro que liaba con tabaco negro. Calenté
la piedra: plaza de la Virreina cosecha del 83: aún olía a lo que tenía que
oler. Lié el canuto sentado en el sofá y salí a fumarlo al exterior, como solía
para evitar que el olor me delatara.
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