La resistencia, la fe, el alma del Tibet
Libro leído en verano
2013
Javier Moro Lapierre (Madrid, 1955) colabora desde muy joven en
medios de prensa nacionales y extranjeros. Ha trabajado como investigador en
varios libros de Dominique Lapierre y Larry Collins. Coproductor y coguionista
de las películas Valentina y Crónica del
alba, ambas basadas en la obra de Ramón J. Sender, estuvo seis años en Estados Unidos desarrollando proyectos de
cine y televisión, uno de ellos con
Ridley Scott.
Su primer libro, Senderos de libertad (Seis Barral,
1992), una epopeya de la defensa de la selva amazónica, ha sido objeto de ocho
ediciones en España y cuatro en América Latina. Su segundo libro, El pie de Jaipur (Seix Barral, 1995), se
encuentra ya en su séptima edición y ha sido publicado en Francia. Es autor de
un ensayo sobre la pobreza en el mundo que publicará Galaxia Gutenberg en 1998.
Monjas budistas de
quince años que se atreven a desafiar a los invasores chinos, niños que son
reencarnaciones de dioses, adolescentes heroicos y ancianos de leyenda,
torturadores y sabios ermitaños, policías corruptos y guerreros nómadas... Las montañas de Buda cuenta lo que se
niega a desaparecer al otro lado del Himalaya: el espíritu de resistencia, la
fe, el alma del Tíbet. Es la historia del Dalai Lama, que dedica su vida a
mantener viva la llama de la esperanza. Es la historia reciente del Tíbet. Y
es, ante todo, la prueba de que la fuerza bruta non puede destruir el espíritu
humano.
"Aprender a vivir es aprender a desprenderse" Sogyal Rimpoché, El libro tibetano
de la vida y de la muerte
Pasajes
recogidos a lo largo de mi lectura:
Pág. 11: el Tíbet y Lhasa
En el techo del mundo,
en una inmensa región de nieve y cimas rocosas, en el Tíbet, un país tan alto
que roza las nubes...
En Lhasa, la capital
antaño fabulosa y prohibida, la nueva se propagó por los templos, los
monasterios, los cuarteles, atravesó las calles sin aceras y las avenidas
bordeadas de burdos edificios de hormigón, se infiltró en las casas, en los
tugurios donde los chinos se emborrachan hasta el alba, en los hospitales
vetustos, en las discotecas repletas de turistas y de mujeres dispuestas a
vender su cuerpo, en el unión hotel de lujo y hasta en las cuevas de los
ermitaños de los alrededores...
Emisión en tibetano de
Radio India....
Eran las seis de la
mañana del 5 de octubre de 1989.
--- vamos a quemar
incienso y a hacer ofrendas de tsampa…
Han dado el premio Nobel
a Su Santidad el Dalai Lama. ¡Pronto el Tíbet será libre!
Pág. 12:
… ya no estamos solos en el mundo, que mucha
gente de muchos países va a hacer que su Santidad vuelva a Lhasa…
… ruinas del antiguo
monasterio arrasado por los chinos durante la Revolución Cultural.
… los nogales y los
albaricoqueros del valle.
… el pelo al cero, signo de sus votos.
Pág. 13:
… a la más alta autoridad espiritual del Tíbet…
Unió su voz a las que
entonaban consignas independentistas, lanzó al aire puñados de tsampa, harina de cebada que constituía la base de la alimentación en el Tíbet,
y prendió ramas de enebro que llenaron el patio de un humo azulado y de un
aroma intenso. ¡Larga vida al Dalai Lama! ¡Viva el Tíbet libre!
… policías chinos… en sus zamarras azules, esos representantes del
orden formaban parte del contingente que vivía junto al monasterio.
… una docena de soldados
chinos, vestidos de uniforme verde, armados de metralletas y porras, gritando
por sus megáfonos, irrumpieron... Repartir insultos,
golpes de porra y culetazos.
… intimidad violada por las autoridades chinas.
Pág. 14: las ofensas de los chinos al Dalai Lama
El oficial al mando
empezó a insultar al Dalai Lama diciendo que era un farsante, un embustero y un
lacayo al servicio de los imperialistas. "Siempre la misma letanía
–contaría Kinsom-, en las sesiones de reeducación no cesaban de insultarlo.
Pero nosotras recordábamos la veneración que nuestros padres sentían por el
Dalai Lama, así que sabíamos que no era cierto. Nunca lograron
intimidarnos."
Aunque todos los
tibetanos se hallaban bajo vigilancia,
los monjes y las monjas lo estaban aún más estrechamente porque nunca
habían dejado de encabezar la lucha por la independencia a pesar de la
sangrienta represión.
Pág. 15: El castigo de las rebeldes
Cuatro días después de irrumpir en el monasterio, regresaron con las
fotografías de catorce monjas en las que, por fortuna, no se encontraba la de
Kinsom. Las catorce fueron expulsadas. A partir de entonces y durante el resto
de sus vidas, les estaría prohibido mostrar signo exterior alguno de sus
creencias. Vivirían en arresto domiciliario, bajo la autoridad del comisario
chino de sus respectivas aldeas. Les estaría prohibido mezclarse con los demás
vecinos, así como participar en acontecimientos comunitarios. Las tarjetas de
racionamiento les serían denegadas, así como los permisos necesarios para
ganarse la vida. Convertidas en una carga para sus familias, acabarían aisladas
del resto del mundo. Ese era el castigo reservado a las rebeldes.
La concesión del premio Nobel de la paz al Dalai Lama, presidente del
gobierno tibetano en el exilio, máxima autoridad religiosa y política de su
pueblo…
… la resistencia había tomado un cariz más contundente
a raíz de la visita del Dalai Lama al Congreso de los Estados Unidos en
septiembre de 1987. … el líder de los tibetanos propuso un plan de paz basado
en el diálogo con las autoridades chinas. Propuso convertir el Tíbet en una zona desmilitarizada y libre de cementerios
nucleares; abogó por que China abandonase su política de transferir su
población al país de las nieves; or último, pidió que Pekín se comprometiese a
liberar a las decenas de miles de presos de conciencia, religiosos y políticos,
tibetanos.
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