lunes, 21 de abril de 2014

Javier Moro, Las montañas de Buda

La resistencia, la fe, el alma del Tibet

Libro leído en verano 2013

Javier Moro Lapierre (Madrid, 1955) colabora desde muy joven en medios de prensa nacionales y extranjeros. Ha trabajado como investigador en varios libros de Dominique Lapierre y Larry Collins. Coproductor y coguionista de las películas Valentina y Crónica del alba, ambas basadas en la obra de Ramón J. Sender, estuvo seis años en  Estados Unidos desarrollando proyectos de cine  y televisión, uno de ellos con Ridley Scott.
Su primer libro, Senderos de libertad (Seis Barral, 1992), una epopeya de la defensa de la selva amazónica, ha sido objeto de ocho ediciones en España y cuatro en América Latina. Su segundo libro, El pie de Jaipur (Seix Barral, 1995), se encuentra ya en su séptima edición y ha sido publicado en Francia. Es autor de un ensayo sobre la pobreza en el mundo que publicará Galaxia Gutenberg en 1998.

Monjas budistas de quince años que se atreven a desafiar a los invasores chinos, niños que son reencarnaciones de dioses, adolescentes heroicos y ancianos de leyenda, torturadores y sabios ermitaños, policías corruptos y guerreros nómadas... Las montañas de Buda cuenta lo que se niega a desaparecer al otro lado del Himalaya: el espíritu de resistencia, la fe, el alma del Tíbet. Es la historia del Dalai Lama, que dedica su vida a mantener viva la llama de la esperanza. Es la historia reciente del Tíbet. Y es, ante todo, la prueba de que la fuerza bruta non puede destruir el espíritu humano.



"Aprender a vivir es aprender a desprenderse" Sogyal Rimpoché, El libro tibetano de la vida y de la muerte

Pasajes recogidos a lo largo de mi lectura:



Pág. 11: el Tíbet y Lhasa

En el techo del mundo, en una inmensa región de nieve y cimas rocosas, en el Tíbet, un país tan alto que roza las nubes...
En Lhasa, la capital antaño fabulosa y prohibida, la nueva se propagó por los templos, los monasterios, los cuarteles, atravesó las calles sin aceras y las avenidas bordeadas de burdos edificios de hormigón, se infiltró en las casas, en los tugurios donde los chinos se emborrachan hasta el alba, en los hospitales vetustos, en las discotecas repletas de turistas y de mujeres dispuestas a vender su cuerpo, en el unión hotel de lujo y hasta en las cuevas de los ermitaños de los alrededores...
Emisión en tibetano de Radio India....
Eran las seis de la mañana del 5 de octubre de 1989.
--- vamos a quemar incienso y a hacer ofrendas de tsampa
Han dado el premio Nobel a Su Santidad el Dalai Lama. ¡Pronto el Tíbet será libre!


Pág. 12:
… ya no estamos solos en el mundo, que mucha gente de muchos países va a hacer que su Santidad vuelva a Lhasa…
… ruinas del antiguo monasterio arrasado por los chinos durante la Revolución Cultural.
… los nogales y los albaricoqueros del valle.
el pelo al cero, signo de sus votos.

Pág. 13:
… a la más alta autoridad espiritual del Tíbet
Unió su voz a las que entonaban consignas independentistas, lanzó al aire puñados de tsampa, harina de cebada que constituía la base de la alimentación en el Tíbet, y prendió ramas de enebro que llenaron el patio de un humo azulado y de un aroma intenso. ¡Larga vida al Dalai Lama! ¡Viva el Tíbet libre!
policías chinos… en sus zamarras azules, esos representantes del orden formaban parte del contingente que vivía junto al monasterio.
… una docena de soldados chinos, vestidos de uniforme verde, armados de metralletas y porras, gritando por sus megáfonos, irrumpieron... Repartir insultos, golpes de porra y culetazos.
intimidad violada por las autoridades chinas.

Pág. 14: las ofensas de los chinos al Dalai Lama         

El oficial al mando empezó a insultar al Dalai Lama diciendo que era un farsante, un embustero y un lacayo al servicio de los imperialistas. "Siempre la misma letanía –contaría Kinsom-, en las sesiones de reeducación no cesaban de insultarlo. Pero nosotras recordábamos la veneración que nuestros padres sentían por el Dalai Lama, así que sabíamos que no era cierto. Nunca lograron intimidarnos."

Aunque todos los tibetanos se hallaban bajo vigilancia, los monjes y las monjas lo estaban aún más estrechamente porque nunca habían dejado de encabezar la lucha por la independencia a pesar de la sangrienta represión.

  
Pág. 15: El castigo de las rebeldes

Cuatro días después de irrumpir en el monasterio, regresaron con las fotografías de catorce monjas en las que, por fortuna, no se encontraba la de Kinsom. Las catorce fueron expulsadas. A partir de entonces y durante el resto de sus vidas, les estaría prohibido mostrar signo exterior alguno de sus creencias. Vivirían en arresto domiciliario, bajo la autoridad del comisario chino de sus respectivas aldeas. Les estaría prohibido mezclarse con los demás vecinos, así como participar en acontecimientos comunitarios. Las tarjetas de racionamiento les serían denegadas, así como los permisos necesarios para ganarse la vida. Convertidas en una carga para sus familias, acabarían aisladas del resto del mundo. Ese era el castigo reservado a las rebeldes.

La concesión del premio Nobel de la paz al Dalai Lama, presidente del gobierno tibetano en el exilio, máxima autoridad religiosa y política de su pueblo…
… la resistencia había tomado un cariz más contundente a raíz de la visita del Dalai Lama al Congreso de los Estados Unidos en septiembre de 1987. … el líder de los tibetanos propuso un plan de paz basado en el diálogo con las autoridades chinas. Propuso convertir el Tíbet en una zona desmilitarizada y libre de cementerios nucleares; abogó por que China abandonase su política de transferir su población al país de las nieves; or último, pidió que Pekín se comprometiese a liberar a las decenas de miles de presos de conciencia, religiosos y políticos, tibetanos.  

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